Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja
Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja
Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />
mortificar y <strong>de</strong>shacer el último vínculo, el <strong>de</strong> <strong>la</strong> continuidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> especie. Estamos<br />
empezando… ¡Ah! ¿pretendíamos vivir <strong>de</strong> negaciones? La realidad es lógica. ¿La negamos?<br />
Pues el<strong>la</strong> nos niega, y es <strong>la</strong> noche sin fondo lo que nos aguarda.<br />
Para formarse una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo enfermos que están los franceses, basta examinar los remedios<br />
que proponen. “Convenzamos a <strong>la</strong>s gentes <strong>de</strong> que lo patriótico es tener hijos”, dice uno.<br />
“Aseguremos un sa<strong>la</strong>rio a <strong>la</strong>s mujeres encinta”, dice el más allá. “Concedamos primas <strong>de</strong> 500<br />
francos a los hijos segundos y <strong>de</strong> 1.000 a los sucesivos…”, “que los padres <strong>de</strong> familia tengan<br />
<strong>de</strong>recho a dos votos en <strong>la</strong>s elecciones…”, “metamos en <strong>la</strong> cárcel a los propagandistas <strong>de</strong>l neomaltusianismo…”,<br />
etc., etc. ¡Pobres diablos!<br />
Remy <strong>de</strong> Gourmont, que, como <strong>la</strong> mayor parte <strong>de</strong> los literatos célebres <strong>de</strong> Francia, es un cínico,<br />
se felicita <strong>de</strong> que hayamos refinado nuestra inteligencia al punto <strong>de</strong> jugar con el instinto,<br />
separando el p<strong>la</strong>cer sexual <strong>de</strong> <strong>la</strong> procreación. Estas trampas que hacemos a <strong>la</strong> naturaleza le<br />
divierten mucho. También el infeliz que se pega un tiro le da a <strong>la</strong> naturaleza un chasco<br />
estupendo. Algunos sabios, en cambio, <strong>la</strong> hacen responsable <strong>de</strong> lo que acontece.<br />
Evolucionamos, dicen, hacia un estado <strong>de</strong> equilibrio que tal vez imponga una especialización,<br />
una restricción <strong>de</strong>l sexo…<br />
¿Quién sabe?, pero no olvi<strong>de</strong>mos <strong>la</strong>s innumerables especies que se han extinguido sobre <strong>la</strong><br />
tierra. Quizás el cráneo <strong>de</strong> Gourmont esté con<strong>de</strong>nado a no ser nada más que un fósil curioso…<br />
No, amigos míos, lo que necesitamos es <strong>de</strong>rribar el ídolo, y ten<strong>de</strong>r un puente nuevo que nos<br />
una a <strong>la</strong>s cosas; necesitamos una religión nueva. El río humano, cuyo nivel baja cada día,<br />
necesita <strong>la</strong>s aguas <strong>de</strong>l cielo.<br />
MARÍA<br />
Es el mes <strong>de</strong> María. Todas <strong>la</strong>s tar<strong>de</strong>s oigo <strong>la</strong> campana <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia <strong>de</strong>l pueblo. Campanita<br />
humil<strong>de</strong>, cuerda con te<strong>la</strong>rañas, iglesia pequeña y pobre, que por no tener nada ni tiene cura.<br />
Cuatro o seis mujeres siguen el mes <strong>de</strong> María por estas tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sol, y rezan, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
cerrar con l<strong>la</strong>ve <strong>la</strong> iglesia sonora don<strong>de</strong> no hay nada que robar, regresan gravemente. Han<br />
rezado; caminan entre los árboles, y una a una entran en sus casas. Han apartado un instante<br />
sus ojos <strong>de</strong> los objetos próximos y han mirado más allá; han mirado a su modo, han pedido algo<br />
a lo <strong>de</strong>sconocido. Porque aquí suce<strong>de</strong> lo que en <strong>la</strong>s gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s; <strong>la</strong> gente nace, sufre,<br />
espera, muere. Y oigo <strong>la</strong> vocecita <strong>de</strong> bronce…<br />
– ¿No va usted a <strong>la</strong> capil<strong>la</strong>, señora Rosario?<br />
La ven<strong>de</strong>dora <strong>de</strong> naranjas se ruboriza, y me ofrece los frutos que perfuman mis manos. Yo<br />
insisto en <strong>la</strong> pregunta. La señora Rosario, en efecto, era muy <strong>de</strong>vota. Hasta se aseguraba que<br />
había sido ama <strong>de</strong> un capellán, y que si el<strong>la</strong> quisiera vendría un sacerdote al pueblo. Era el<strong>la</strong> <strong>la</strong><br />
<strong>de</strong>positaria <strong>de</strong> <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia. ¿Habría dado <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve? ¿Sería imposible?<br />
– Sí, señor, he dado <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve… Ya no voy más…<br />
– ¿Por qué? ¿Le ha hecho alguna jugada <strong>la</strong> Virgen?<br />
– ¡Calle, señor! No hable así… Es por <strong>la</strong> Virgen que no voy más a <strong>la</strong> iglesia. Yo no sabía rezar,<br />
yo rezaba mal, sin fijarme en lo que hacía. Es que me habían enseñado <strong>de</strong> esta manera los que<br />
no conocen a <strong>la</strong> Virgen. Usted creerá <strong>de</strong> seguro, como los otros, que a <strong>la</strong> Virgen le gustan <strong>la</strong>s<br />
168