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Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

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“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

mismas leyes. Ese sombrero <strong>de</strong> fieltro es un producto tan natural como <strong>la</strong> concha <strong>de</strong> un<br />

molusco. Aparte <strong>de</strong> que pronto <strong>la</strong>s señoras “bien” llegarán a sus fines sin tomarse molestia<br />

alguna. Y el suicidio, que se va haciendo normal, corregirá los errores.<br />

Don Angel. – ¡Acci<strong>de</strong>ntes! ¡Detalles! Nuestra época es confusa; estamos en el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> un<br />

cambio <strong>de</strong> puestos. Se verifica el advenimiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> masa popu<strong>la</strong>r, y nadie pue<strong>de</strong> imaginarse lo<br />

que se engendrará por él.<br />

Don Justo. – Perdone usted. Me imagino perfectamente <strong>la</strong> invasión <strong>de</strong> Ati<strong>la</strong>. Retroce<strong>de</strong>remos<br />

diez mil años.<br />

Don Tomás. – Lo grave es que no somos capaces <strong>de</strong> producir un Ati<strong>la</strong>. Estamos en <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia.<br />

Nos aguarda <strong>la</strong> horda sin jefes. Por ahora lo que se verifica es el advenimiento <strong>de</strong>l vulgo. Traiga<br />

usted una revolución que nos suprima el vulgo, don Angel, y le proc<strong>la</strong>maré Mesías.<br />

Don Justo. – Ese director <strong>de</strong> circo, que, por cierto, será un excelente psicólogo <strong>de</strong> multitu<strong>de</strong>s,<br />

cuenta ganar por los menos medio millón. Total, dos millones por presentar a Roosevelt. ¿Y<br />

quién los pagará? Nuestro amo, el público, el número informe que teníamos antes, como <strong>de</strong>be<br />

estar, atado a <strong>la</strong> noria. Y cada uno <strong>de</strong> los que acudan a tan imbécil espectáculo opina, y vota y<br />

gobierna. Yo me estremezco.<br />

Don Angel. – Yo también; pero <strong>de</strong> entusiasmo.<br />

Don Tomás. – ¡Pensar que hemos enseñado al vulgo a leer! Así lograremos matar el arte,<br />

porque hoy no es una aristocracia rica y <strong>de</strong> buen puesto quien retribuye al artista, sino Don<br />

Cualquiera. Nuestro héroe literario es Sherlock Holmes. Después <strong>de</strong>l fatal hal<strong>la</strong>zgo <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

imprenta, no era posible evitar <strong>la</strong> catástrofe.<br />

Don Justo. – ¡En qué día está usted! ¿Y los <strong>de</strong>scubrimientos científicos son <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia?<br />

Don Tomás. – C<strong>la</strong>ro que sí. No son los hombres los que <strong>de</strong>scubren; es el método. ¿Y qué es el<br />

método uniforme y único? El amaneramiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> razón. No me sorpren<strong>de</strong>rá que se invente<br />

una máquina <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir. Ya <strong>la</strong>s hay <strong>de</strong> calcu<strong>la</strong>r, y nuestra ciencia es pura aritmética.<br />

Entonces al menos <strong>de</strong>scansaríamos, que bastante falta nos hace.<br />

PROPINAS<br />

Don Tomás. – El vecindario <strong>de</strong> Santan<strong>de</strong>r rega<strong>la</strong> un pa<strong>la</strong>cio a Alfonso X<strong>II</strong>I. Ya hay 1.000.000 <strong>de</strong><br />

pesetas reunidas.<br />

Don Angel. – La propina es notable.<br />

Don Justo. – ¡Oh! Sea usted más correcto. ¡Propina!<br />

Don Angel. – ¿Cómo <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir?<br />

Don Justo. – Ofrecimiento… Respetuoso ofrecimiento. Hay que respetar a los reyes.<br />

Don Tomás. – Sobre todo en una república.<br />

Don Angel. – No me opongo. A mí me gusta respetar a todo el mundo. También respeto a los<br />

mozos <strong>de</strong> café, y, sin embargo, no creía insultarles, al poner en sus manos una propina.<br />

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