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Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

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“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

legis<strong>la</strong>dores: San Agustín, Santo Tomás <strong>de</strong> Aquino, San Anselmo. ¿Y qué ha quedado <strong>de</strong> su<br />

dominación? El recuerdo <strong>de</strong> un estorbo. Sabemos muy bien que <strong>la</strong> verdad se funda so<strong>la</strong>mente<br />

en los hechos. Ningún sabio, por ilustre que sea, presentará hoy su autoridad como un<br />

argumento; ninguno preten<strong>de</strong>rá imponer sus i<strong>de</strong>as por el terror. El que <strong>de</strong>scubre se limita a<br />

<strong>de</strong>scribir su experiencia, para que todos repitan y verifiquen lo que él hizo. ¿Y esto qué es? El<br />

libre examen, base <strong>de</strong> nuestra prosperidad intelectual. La ciencia mo<strong>de</strong>rna es gran<strong>de</strong> por ser<br />

esencialmente anárquica. ¿Y quién será el loco que <strong>la</strong> tache <strong>de</strong> <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada y caótica?<br />

La prosperidad social exige iguales condiciones.<br />

El anarquismo, tal como lo entiendo, se reduce al libre examen político.<br />

Hace falta curarnos <strong>de</strong>l respeto a <strong>la</strong> ley. La ley no es respetable. Es el obstáculo a todo<br />

progreso real. Es una noción que es preciso abolir.<br />

Las leyes y <strong>la</strong>s constituciones que por <strong>la</strong> violencia gobiernan a los pueblos son falsas. No son<br />

hijas <strong>de</strong>l estudio y <strong>de</strong>l común asenso <strong>de</strong> los hombres. Son hijas <strong>de</strong> una minoría bárbara, que se<br />

apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> <strong>la</strong> fuerza bruta para satisfacer su codicia y su crueldad.<br />

Tal vez los fenómenos sociales obe<strong>de</strong>zcan a leyes profundas. Nuestra sociología está aún en <strong>la</strong><br />

infancia, y no <strong>la</strong>s conoce. Es indudable que nos conviene investigar<strong>la</strong>s, y que si logramos<br />

esc<strong>la</strong>recer<strong>la</strong>s nos serán inmensamente útiles. Pero aunque <strong>la</strong>s poseyéramos, jamás <strong>la</strong>s<br />

erigiríamos en Código ni en sistema <strong>de</strong> gobierno. ¿Para qué? Si en efecto son leyes naturales,<br />

se cumplirán por sí so<strong>la</strong>s, queramos o no. Los astrónomos no or<strong>de</strong>nan a los astros. Nuestro<br />

único papel será el <strong>de</strong> testigos.<br />

Es evi<strong>de</strong>nte que <strong>la</strong>s leyes escritas no se parecen, ni por el forro, a <strong>la</strong>s leyes naturales. ¡Valiente<br />

majestad <strong>la</strong> <strong>de</strong> esos pergaminos viejos que cualquier revolución quema en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za pública<br />

aventando <strong>la</strong>s cenizas para siempre! Una ley que necesita <strong>de</strong>l gendarme usurpa el nombre <strong>de</strong><br />

ley. No es tal ley: es una mentira odiosa.<br />

¡Y qué gendarmes! Para compren<strong>de</strong>r hasta qué punto son nuestras leyes contrarias a <strong>la</strong> índole<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas, al genio <strong>de</strong> <strong>la</strong> humanidad, es suficiente contemp<strong>la</strong>r los armamentos colosales,<br />

mayores y mayores cada día, <strong>la</strong> mole <strong>de</strong> fuerza bruta que los gobiernos amontonan para po<strong>de</strong>r<br />

existir, para po<strong>de</strong>r aguantar algunos minutos más el empuje invisible <strong>de</strong> <strong>la</strong>s almas.<br />

Las nueve décimas partes <strong>de</strong> <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción terrestre, gracias a <strong>la</strong>s leyes escritas, están<br />

<strong>de</strong>generadas por <strong>la</strong> miseria. No hay que echar mano <strong>de</strong> mucha sociología, cuando se piensa en<br />

<strong>la</strong>s maravillosas aptitu<strong>de</strong>s asimi<strong>la</strong>doras y creadoras <strong>de</strong> los niños <strong>de</strong> <strong>la</strong>s razas más inferiores,<br />

para apreciar <strong>la</strong> monstruosa locura <strong>de</strong> ese <strong>de</strong>rroche <strong>de</strong> energía humana. ¡La ley patea los<br />

vientres <strong>de</strong> <strong>la</strong>s madres!<br />

Estamos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley como el pie chino <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l borceguí, como el baobab <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />

tiesto japonés. ¡Somos enanos voluntarios!<br />

¡Y se teme el caos si nos <strong>de</strong>sembarazamos <strong>de</strong>l borceguí, si rompemos el tiesto y nos p<strong>la</strong>ntamos<br />

en plena tierra, con <strong>la</strong> inmensidad por <strong>de</strong><strong>la</strong>nte! ¿Qué importan <strong>la</strong>s formas futuras? La realidad<br />

<strong>la</strong>s reve<strong>la</strong>rá. Estemos ciertos <strong>de</strong> que serán bel<strong>la</strong>s y nobles, como <strong>la</strong>s <strong>de</strong>l árbol libre.<br />

Que nuestro i<strong>de</strong>al sea el más alto. No seamos prácticos. No intentemos mejorar <strong>la</strong> ley, sustituir<br />

un borceguí por otro. Cuanto más inaccesible aparezca el i<strong>de</strong>al, tanto mejor. Las estrel<strong>la</strong>s guían<br />

al navegante. Apuntemos enseguida al lejano término. Así seña<strong>la</strong>remos el camino más corto. Y<br />

antes venceremos.<br />

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