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Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

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“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

Don Angel. – Probablemente, pero dormiremos tranquilos, y el sol rejuvenecerá.<br />

María. – El café.<br />

Don Angel. – ¿Y los niños?<br />

María. – Ya lo han tomado. Un sorbito cada uno. (Sonríe).<br />

Don Angel. – ¿Te ríes?<br />

María. – De los veinticinco pesos…<br />

Don Angel. – ¿Cómo?<br />

María. – Míralos. (Los agita suavemente).<br />

Don Angel. – ¿Dón<strong>de</strong> estaban?<br />

María. – La sirvienta los <strong>de</strong>jó <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong> almohada.<br />

Don Tomás se retuerce <strong>de</strong> gusto.<br />

María. – Qué excelente muchacha.<br />

Don Angel. (Desesperado). ¡Qué idiota!<br />

EL ZORZAL<br />

Don Tomás. – ¿De modo que <strong>la</strong> libertad absoluta sería el gran remedio?<br />

Don Angel. – Y <strong>la</strong> libertad para todos, hasta para los <strong>de</strong>lincuentes. Defienda cada cual su vida,<br />

pero no juzgue, no castigue. ¿Por qué hay <strong>la</strong>drones? Porque hubo <strong>de</strong>sposeídos. ¿Por qué hay<br />

criminales? Porque hubo tormento. Supriman los jueves, los espías y los verdugos y habrán<br />

suprimido el <strong>de</strong>lito. Perdonen, curen. Abran <strong>la</strong>s cárceles, abran los brazos. Si quieren convertir<br />

el mal en bien, déjenle libre.<br />

Don Tomás. – Mi hija tenía un zorzal.<br />

Don Angel. – Enjau<strong>la</strong>do.<br />

Don Tomás. – Naturalmente. No le sorprenda a usted, que A<strong>de</strong><strong>la</strong>, a pesar <strong>de</strong> su buen corazón,<br />

tenga pájaros prisioneros. Es <strong>la</strong> costumbre, y <strong>la</strong> principal misión <strong>de</strong> <strong>la</strong>s mujeres consiste en<br />

conservar <strong>la</strong>s costumbres.<br />

Don Angel. – P<strong>la</strong>gia usted a Ganivet.<br />

Don Tomás. – Mejor para él. Decía, pues, que A<strong>de</strong><strong>la</strong> practica tiernamente esa costumbre<br />

salvaje. Las niñas son maternales <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que empiezan a jugar. El zorzal <strong>de</strong> A<strong>de</strong><strong>la</strong> era una<br />

especie <strong>de</strong> hijo <strong>de</strong>sventurado suyo, caído en cautiverio, privado <strong>de</strong>l hab<strong>la</strong>, reducido al tamaño<br />

<strong>de</strong>l puño y cubierto <strong>de</strong> plumas a consecuencia <strong>de</strong> aventuras maravillosas como sólo <strong>la</strong>s concibe<br />

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