26.04.2013 Views

Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

inteligencia aña<strong>de</strong> a <strong>la</strong> caza <strong>la</strong> astucia y nada más. ¿La vida? Fauces abiertas, y algunos<br />

accesorios.<br />

Entre el hombre y el animal doméstico existe una re<strong>la</strong>ción económica. El uno hace <strong>de</strong><br />

capitalistas y el otro <strong>de</strong> proletario. La carne, los huesos, <strong>la</strong> piel, <strong>la</strong> leche, <strong>la</strong> faena <strong>de</strong> noria o <strong>de</strong><br />

carga, <strong>la</strong> bufonería <strong>de</strong> <strong>la</strong> resignación amaestrada y el entretenimiento sanguinario <strong>de</strong> gallos que<br />

riñen y <strong>de</strong> foxterriers exterminadores <strong>de</strong> ratas son rendimientos regu<strong>la</strong>res que se pagan con el<br />

sa<strong>la</strong>rio mínimo <strong>de</strong> <strong>la</strong> subsistencia material. Régimen <strong>de</strong> esc<strong>la</strong>vitud, tal vez menos dañoso que <strong>la</strong><br />

orfandad hipócritamente libre <strong>de</strong>l obrero <strong>de</strong> ahora, pero régimen económico al fin, como el que<br />

va estableciendo en el mundo nuestra civilización, enemiga <strong>de</strong> <strong>la</strong> guerra. Es que <strong>la</strong> guerra no es<br />

ya útil. La codicia prefiere <strong>la</strong> paz, que resulta más fructuosa. Así mantenemos <strong>la</strong> paz entre los<br />

animales domésticos. Les castigamos sin herirlos, nos ocupamos <strong>de</strong> su salud, estudiamos su<br />

higiene. Queda <strong>la</strong> guerra para <strong>la</strong>s especies salvajes, batidas en <strong>la</strong>s selvas y <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>nuras; para<br />

nuestro botín <strong>de</strong> prisioneros, pájaros poetas y fieras heroicas. La soberanía <strong>de</strong>l granjero en su<br />

corra<strong>la</strong>da consiste en que él y nadie sino él, es el dueño <strong>de</strong>l hambre. Los fieles servidores que<br />

le acompañan perdieron <strong>la</strong> energía <strong>de</strong> nutrirse por cuenta propia. Son siervos porque su odio es<br />

contemp<strong>la</strong>tivo, porque se abandonan a <strong>la</strong> pereza <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno asegurado. Son <strong>de</strong>masiado<br />

cultos para sacrificarse por <strong>la</strong> estética, arriesgándose a una muerte noble.<br />

Y, sin embargo, un <strong>la</strong>zo sentimental parece en ocasiones mezc<strong>la</strong>rse con el <strong>la</strong>zo económico.<br />

Aquí se presenta el consabido problema <strong>de</strong>l perro. Según ciertos autores -recuer<strong>de</strong>n a<br />

Maeterlinck, Á <strong>la</strong> mort d’un petit chien; a France, cuando nos hab<strong>la</strong> <strong>de</strong> Riquet, digno interlocutor<br />

<strong>de</strong> Bergeret el filósofo- no sólo acepta el perro <strong>la</strong> piltrafa que le arrojamos, sino que <strong>la</strong> agra<strong>de</strong>ce.<br />

Para él somos más que <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>spensa; somos dioses; en su humil<strong>de</strong> locura afectuosa<br />

nos cree infinitamente justos e infinitamente misericordiosos, a causa quizás <strong>de</strong> los puntapiés<br />

que recibe. Nos ama porque nos atribuye todos los males. Y en verdad que siendo lo que son el<br />

hombre y el perro, <strong>de</strong>bió nacer entre ellos algo religioso. Yo he visto en <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s <strong>de</strong> nuestro<br />

amigo esa humedad <strong>de</strong>vota <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s beatos. Cierto que da triste i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l perro <strong>la</strong> elevada<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> nosotros tiene. No importa; sería ingrato criticárselo, o dudar <strong>de</strong> su buena fe.<br />

La adu<strong>la</strong>ción nos hace llorar <strong>de</strong> gusto, aunque nos venga <strong>de</strong> un perro. El perro nos admira,<br />

luego es inteligente. A<strong>de</strong>más, ¿no fue contemporáneo <strong>de</strong>l genio entre los genios, <strong>de</strong>l Prometeo<br />

ancestral que robando el fuego a <strong>la</strong> Naturaleza engendró <strong>de</strong> <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ma a <strong>la</strong> humanidad futura? El<br />

perro está <strong>de</strong> buena fe; no es un intrigante secu<strong>la</strong>r que nos enternece para explotarnos; no es<br />

un político. ¿Cómo explicar entonces, siendo tan <strong>de</strong>licado con nosotros, que lo sea tan poco<br />

con sus congéneres? Les saluda <strong>de</strong> una manera repugnante y cómica. A pesar <strong>de</strong> su olfato<br />

famoso, no le molesta lo peor oliente. ¡Qué gustos más groseros, más <strong>la</strong>mentables! ¿Y el<br />

amor? El perro empieza por no distinguir bien los sexos; su corazón no le dice nada, y el miope<br />

amante se entrega a un examen irreverente, positivo y obstinado. No compren<strong>de</strong> el perro lo<br />

grotesco y lo sucio. En su misma adoración por nosotros se encuentra un no sé qué <strong>de</strong><br />

in<strong>de</strong>cente.<br />

Por mucho que se insista en que los sentimientos religiosos no son incompatibles con una<br />

escasa corrección <strong>de</strong> modales, ello es que cuanto pier<strong>de</strong> el perro en carácter lo gana el gato. El<br />

perro es un creyente; el gato, un crítico; el perro nos obe<strong>de</strong>ce, el gato nos juzga; el perro es un<br />

burgués que venera al señor y <strong>la</strong>dra al mendigo, gato guarda su <strong>de</strong>sprecio socarrón para el<br />

presuntuoso que preten<strong>de</strong> conquistarle con un hueso. El uno traga y el otro saborea; el uno es<br />

irremediablemente vulgar hasta en sus pasiones, el otro, exquisito, gime sus <strong>de</strong>seos amorosos<br />

al solitario c<strong>la</strong>ro <strong>de</strong> luna. Comparen el torpe mor<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l primero con <strong>la</strong> precisa y graciosa<br />

ferocidad <strong>de</strong>l segundo. El gato embellece su persona, sus conocimientos, su crueldad, y un gato<br />

gran<strong>de</strong>, el verda<strong>de</strong>ro rey <strong>de</strong> <strong>la</strong> creación, el tigre <strong>de</strong> Benga<strong>la</strong>, suele comp<strong>la</strong>cerse en arrebatar al<br />

hombre vivo, y en prolongar horas y horas -¡suntuoso horror <strong>de</strong> <strong>la</strong> caverna!- <strong>la</strong> tremenda agonía.<br />

No nos ido<strong>la</strong>tra el gato: somos nosotros quienes lo hemos ido<strong>la</strong>trado a él; su reposar hierático<br />

conserva un reflejo <strong>de</strong> cultos remotos; su alma <strong>de</strong> enigma frecuentó a <strong>la</strong>s divinida<strong>de</strong>s. No<br />

196

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!