24.01.2019 Views

ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Era hombre de unos cuarenta y cinco años, alto, delgado, grave, vestido de negro,<br />

como convenía a su profesión.<br />

—He ahí un individuo que parece un empleado de una funeraria —murmuró<br />

Pitou.<br />

—Conque ¿decís que unos hombres procedentes de París os quitaron una cajita<br />

que os había confiado el doctor Gilberto? —preguntó el alguacil, impasible.<br />

—Sí.<br />

—Pues eso constituye un delito.<br />

—Esos hombres pertenecían a la policía de París.<br />

—¡Infame, ladrona! —murmuró Maillard.<br />

Y enseguida, dando el papel a Pitou, añadió:<br />

—Toma, joven: aquí tienes la nota pedida; y si le matan —y al decir esto designó<br />

a Billot—, o te matan, a mí quizás no me maten.<br />

—Y si no os matan, ¿qué pensáis hacer? —preguntó Pitou.<br />

—Lo que tú habrías debido hacer.<br />

—Gracias —dijo Billot.<br />

Y alargó la mano al alguacil.<br />

Este se la estrechó con una fuerza que no hubiera creído encontrar en un cuerpo<br />

tan flaco.<br />

—¿Es decir, que cuento con vos? —preguntó Billot.<br />

—Como con Marat, como con Gonchon.<br />

—He aquí una trinidad que de seguro no encontraré en el cielo —dijo Pitou.<br />

Y, volviéndose a Billot, añadió:<br />

—Prudencia, tío Billot, prudencia.<br />

—Pitou —le contestó el colono con una elocuencia que a veces extrañaba en<br />

aquella naturaleza agreste, ten muy presente una cosa, y es que en Francia lo más<br />

prudente es el valor.<br />

Y pasó por delante de los primeros centinelas, mientras Pitou salía a la plaza.<br />

En el puente levadizo tuvo también que parlamentar y enseñar su pase; cayó el<br />

puente y se abrió la verja de hierro.<br />

Detrás de la verja estaba el señor de Launay.<br />

Aquel patio interior, en el cual el gobernador aguardaba a Billot, servía de paseo<br />

a los prisioneros y estaba defendido por ocho torres, es decir, por ocho gigantes.<br />

No daba a él ninguna ventana; jamás llegaba el sol hasta su pavimento húmedo y<br />

casi cenagoso: parecía, más bien que patio, el fondo de un ancho pozo.<br />

En él había un reloj, sostenido por cautivos encadenados, el cual señalaba la<br />

hora, y desde el que caía el ruido lento y acompasado de sus minutos, como en<br />

un calabozo cae sobre la piedra que corroe la gota de agua que rezuma de su<br />

techo.<br />

En el fondo de aquel pozo, el prisionero, perdido en un abismo de piedra,<br />

contemplaba un momento la inexorable desnudez de las losas, y no tardaba en<br />

pedir que lo volvieran a su encierro.<br />

Acabamos de decir que detrás de la verja de aquel patio estaba el señor de<br />

Launay.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!