ANGEL PITOU

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lo menos reflexiones a la señorita Catalina. Así consagrado por la voluntad de sus electores, Pitou entró en su casa, meditando sobre los medios de proporcionar armas a sus treinta y tres guardias nacionales.
LXIV DONDE SE VE EL PRINCIPIO MONÁRQUICO REPRESENTADO POR EL ABATE FORTIER, ANTE EL PRINCIPIO REVOLUCIONARIO REPRESENTADO POR <strong>PITOU</strong> Aquella noche Pitou estuvo tan preocupado por el alto honor que se le había hecho, que olvidó visitar sus lazos. Al día siguiente, armado de su casco y de su sable, emprendió la marcha hacia Villers-Cotterets. Las seis de la mañana daban en el reloj de la ciudad cuando Pitou llegó a la plaza del Palacio y llamó discretamente a la puertecilla que daba al jardín del abate Fortier. Pitou había llamado con bastante fuerza para tranquilizar su conciencia, y con suficiente suavidad para que no se oyese nada en la casa. Esperaba ganar así un cuarto de hora, y entretanto adornar con algunas flores oratorias el discurso que había preparado para el abate Fortier. Su asombro fue grande al ver que la puerta se abría, a pesar de lo suavemente que había llamado; pero su admiración cesó muy pronto, pues el que acababa de abrir era Sebastián Gilberto. El muchacho se paseaba, estudiando su lección al sol, o más bien haciendo que estudiaba, porque el libro abierto pendía de su mano, y, la imaginación del niño volaba caprichosa en pos de todo lo que amaba en este mundo. Sebastián profirió un grito de alegría al ver a Pitou. Los dos se abrazaron, y después las primeras palabras del niño se redujeron a preguntar: —¿Has recibido noticias de París? —No, ¿y tú? —preguntó Ángel. —¡Ohí Yo sí: mi padre me ha escrito una carta deliciosa. —¡Ah! —exclamó Pitou. —Y en la cual hay una palabra para ti —añadió el niño, Y, sacando la carta de su pecho, la presentó a su compañero. «P. S. Billot recomienda a Pitou que no moleste ni distraiga a la gente de la granja.» —¡Oh! —suspiró Pitou—. He aquí, a fe mía, una recomendación bien inútil. Ya no tengo a nadie a quien molestar ni distraer en la granja. Y añadió en voz baja, suspirando con más fuerza: —Al señor Isidoro es a quien hubieran debido dirigir esas palabras. Pero muy pronto, reponiéndose y devolviéndole la carta a Sebastián, preguntó: —¿Dónde está el abate? El muchacho prestó atento oído, y, aunque le separaban de la escalera toda la anchura del patio y una parte del jardín, oyó los pasos del digno sacerdote, bajo los cuales crujía la escalera. —¡Ah! —exclamó Sebastián—. Ya baja. Pitou pasó del jardín al patio, y solamente entonces oyó los pesados pasos del abate.
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ÁNGEL PITOU Alejandro Dumas I DOND
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merced a su posición en el lindero
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sirven para derribar a sus jinetes,
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—Espera: no me las des tan pronto
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II EN EL QUE SE PRUEBA QUE UNA TÍA
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Cotterets. Aquí, seducido, sin dud
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plata, el cual, agregado a otros tr
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—¡Oh Dios mío! Es que nadie en
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III ÁNGEL PITOU EN CASA DE SU TÍA
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—¿Y las cañas? —También las
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—¡Bejuco! —Sin duda. Ya compre
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Además, acababa de nevar, y Pitou
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Mientras duró aquella clase, más
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tentativas que el camaleón no exis
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IV DE LA INFLUENCIA QUE PUEDE TENER
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—Apostemos —dijo—, que has he
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Pitou se sonrojó, según su costum
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—¡Trabajar! ¿Y en qué? El señ
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siempre retozando o agitándose. Ve
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Inculcadles los principios de abneg
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VI BUCÓLICAS La señora Billot era
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Siguióse una pausa, lo cual no ten
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la religión se había hecho para e
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—Esto prueba que debo crecer. —
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VII EN EL QUE SE DEMUESTRA QUE SI L
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azo. El próximo domingo iba a ser
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había dado la victoria sobre el hi
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—¡Oh! Sencillamente, señor Pito
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Pitou iba a contestar que el libro
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VIII POR QUÉ EL HOMBRE NEGRO HABÍ
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—Sí. —¿Su Majestad? —replic
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De repente, en el fondo de un armar
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hombres acudieron, y Catalina, una
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IX CAMINO DE PARÍS Volvamos a Pito
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Por lo demás, suspirar no es cosa
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Sin embargo, trató de continuar su
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En diez minutos, los dos compadres
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Esta vez debía tratar con sus, com
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El ancho lomo de Margot sostenía c
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Billot. El golpe que recibió fue d
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XI LA NOCHE DEL 12 AL 13 DE JULIO L
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grupas y dirigiéronse a la plaza d
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—Menos. —Pues, entonces, retroc
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Pero teniendo ahora aquéllos consi
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lo manda. Y si el soberano da semej
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calle Saint-Jackes, veían, como en
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—Sí, sí! —gritaron por todas
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—¿Y ese libro? —preguntó Bill
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XIII ¡EL REY ES TAN BUENO, Y LA RE
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Así lo hacen, y hablan al rey en f
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La impunidad enardece a la multitud
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Dice que la sala está cerrada para
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Había estado cuarenta y cinco año
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mercaderes, a quien mostró, para c
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—Vais a verlo. Billot condujo al
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Flesselles miró a Marat como hombr
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XV EL SEÑOR DE LAUNAY, GOBERNADOR
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—¡A los Inválidos, a los Invál
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—¡Ah, ah! —exclamó el hombre
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XVI LA BASTILLA Y SU GOBERNADOR No
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Era éste un hombre de cuarenta y c
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—Digo que vengo a intimaros en no
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—No lo haré, mientras el pueblo
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XVII LA BASTILLA La multitud espera
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primer puente levadizo, y, en medio
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Luego, sin interrogar siquiera a lo
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Se había situado en un rincón, en
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Por eso cuando se convenció de la
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De pronto, en el momento en que Bil
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La multitud rompió a pedradas los
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Aquel hombre estaba evidentemente p
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—Que me han robado la cajita. —
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—Y ¿adonde iréis a verle? —pr
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En derredor de este grupo resonaban
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Apenas vieron aparecer el grupo se
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XX SEBASTIAN GILBERTO En la esquina
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—Sería una lástima, porque de e
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—¿Es que vamos a separarnos otra
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—¿Aquí? Pero este jardín ¿no
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XXI MADAME DE STAÉL Cuando Gilbert
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Pareció sorprenderse al ver un hom
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—Permitid que os diga que es impo
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—Pero hay una en que le vaticinab
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Gilberto reflexionó un momento. Es
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—¡Como un escudo! —replicó Ne
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vuestro lado, es el que os hago en
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veinte cañones reducirían en brev
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La comisión rogó, insistió, conj
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—Pronto a ponerse, según creo, a
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por aliviar o por salvar al enfermo
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—Estoy haciendo memoria —respon
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—A no ser por haber mojado su plu
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—¡Señor, señor! —repuso Andr
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XXIV FILOSOFÍA REAL Esa extraña p
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teorías egipcias, y había penetra
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—Capitán —dijo—, la señora
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Lambescq hizo una reverencia de mod
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—Pero antes de decidir si se ha d
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Si hay en el mundo una fuerza ciega
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XXVI COMO CENÓ EL REY EL 14 DE JUL
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Vuestra Majestad serían unos viles
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«¡Por Dios, señora, no hay que p
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—Pues bien: tregua por un momento
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—¡Qué lo comprenda! —continu
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XXVIII OLIVERIO DE CHARNY Esta inte
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ha tomado la Bastilla decís que la
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maldiciones del anciano, como el ca
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XXIX TERCETO Andrea fue recobrando
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—Directamente. Su Majestad puede
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Como decimos, la enérgica voluntad
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—No tengo más que uno. —¿Cuá
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—¡César! —murmuró la reina c
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sea porque hay gente ocupada todo e
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pueden realizar esa tarea. Los que
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seguridad de que, después de haber
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Con ese hábito de sintetizar que a
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¿No era aquel joven jardinero, aqu
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XXXII EL MÉDICO DEL REY Pocos minu
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—Demasiado buena es Vuestra Majes
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—Ya que Vuestra Majestad tiene ta
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—Caballero —repuso la reina—,
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—Sí, señora. —¡Vos! —¿Por
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—¡Un testigo, caballero! —repi
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XXXIII EL CONSEJO El rey entró viv
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—Todo esto es muy hermoso —cont
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—¡Oh caballero! —replicó la r
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XXXIV DECISIÓN Por primera vez, la
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historia; prefiero verme siempre re
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—Pero ¿será aquí? —replicó
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XXXV LA COTA DE MALLA El día sigui
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Una amarga sonrisa dilató los labi
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—¡Ah! He aquí lo que son los ho
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—¡Será una monarquía perdida
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parisienses, se han reunido en núm
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—Es justo en el fondo —contest
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los ojos se adivina un hombre honra
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—He ahí un elogio que me place.
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—Por lo demás —continuó Billo
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Uno de los botones del traje de Gil
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XXXVIII LO QUE SUCEDÍA EN VERSALLE
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—¡Otra buena noticia! ¡Ojalá p
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Andrea comenzaba a levantar la cabe
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XXXIX LA VUELTA Había llegado la n
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Y tiró a la escalera aquella escar
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—¿De qué se trata? —Ya sabéi
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—¡Bueno: veo que ya juras! —¡
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—Escuchad: la situación es lo ba
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XLI EL SUEGRO Sin embargo, según l
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Los otros, que le habían quitado l
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—Bien, bien: ya lo sabía —dijo
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Pero Berthier, intrépido hasta la
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Una explosión de gritos de impacie
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Después, pinchando este corazón c
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El labrador obedeció. —Más cerc
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—Sí, veremos; todos veremos, lo
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—¡Quedarme yo para ver cómo ase
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de la nación americana si, volvié
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—Pues bien: ahora no la amáis ta
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pulmones y mira al rey, que pierde
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XLV MEDEA En Versalles había segui
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—¡Oh! Esto es verdad —dijo—;
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XLVI LO QUE LA REINA QUERÍA Gilber
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Y, apenas lo supo él, buscó la ca
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XLVII EL REGIMIENTO DE FLANDES Desg
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Aquella comida, o mejor dicho aquel
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eran un espectáculo que habría si
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—¿No debían los buenos realista
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formado parte del acompañamiento;
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Ya se recordará lo que Charny hab
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La guardia del Ayuntamiento quería
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La campaña no será larga, pero s
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No se sabía por qué se iba a Vers
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está en Versalles, y es preciso ir
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LI VERSALLES En Versalles, como suc
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—¡Que tienen hambre! —exclamó
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LII LA JORNADA DEL 5 DE OCTUBRE Gil
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Por eso el asombro fue grande en Pa
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LIII LA TARDE DEL 5 AL 6 DE OCTUBRE
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—¿Qué hablabais, pues, de los p
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LIV LA NOCHE DEL 5 AL 6 DE OCTUBRE
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igualmente en la plaza de la Casa A
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Entonces se oyen gritos de dolor. L
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—Por su hermano —contestó la r
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Page 430: Tal fue el efecto que produjo en Pi
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