24.01.2019 Views

ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

En derredor de este grupo resonaban gritos no menos atronadores ni menos<br />

entusiastas que los que se oían en derredor de los primeros; pero no eran gritos de<br />

triunfo, sino amenazas de muerte.<br />

Gilberto, desde el punto elevado en que se encontraba, no perdía un detalle de<br />

aquel terrible espectáculo.<br />

De todos los prisioneros a quienes se acababa de devolver la libertad, era el único<br />

que gozaba de la plenitud de sus facultades. Cinco días de cautividad no<br />

formaban más que un punto oscuro en la historia de su vida. Su mirada no había<br />

tenido aún tiempo de apagarse o debilitarse en la oscuridad de la Bastilla.<br />

Por lo general, el combate no hace implacable a los combatientes sino mientras<br />

dura, y los hombres, al salir de la lucha en que acababan de arriesgar su vida, se<br />

muestran misericordiosos con su enemigos.<br />

Pero en esos grandes levantamientos populares, como se han visto tantos en<br />

Francia desde la Jacquerie hasta nuestros días, las masas, a las que el miedo ha<br />

retenido lejos del combate, y a las que el rumor de éste ha irritado, esas masas,<br />

feroces y cobardes a la vez, quieren, después de la victoria, tomar alguna parte en<br />

la lucha que no se han atrevido a arrostrar frente a frente.<br />

Y también toman su parte de venganza.<br />

Desde su salida de la Bastilla, la marcha del gobernador había sido el principio<br />

de su suplicio.<br />

Elias, que se había hecho a sí mismo responsable de la vida del gobernador, iba a<br />

la cabeza, protegido por su uniforme y por la admiración del pueblo, que le había<br />

visto marchando el primero al fuego. Llevaba en la punta de su espada el billete<br />

que de Launay había hecho pasar al pueblo por una de las aspilleras de la Bastilla<br />

y que le había entregado Maillard.<br />

Tras él iba el guarda de los impuestos reales, llevando en la mano las llaves de la<br />

fortaleza; luego Maillard con la bandera, y por fin, un joven que enseñaba a todo<br />

el mundo el reglamento de la Bastilla clavado en su bayoneta, odioso rescripto<br />

que había hecho derramar tantas lágrimas.<br />

Seguía, por último, el gobernador, protegido por Hullin y por dos o tres más,<br />

pero hostigado por puños amenazadores, sables agitados y picas enarboladas.<br />

Junto a este grupo, y casi paralelo a él, se distinguía en la gran calle de San<br />

Antonio otro no menos amenazador, que conducía al mayor de Losme, a quien<br />

hemos visto luchando contra la voluntad del gobernador, y que acabó por inclinar<br />

la cabeza ante la determinación de defenderse tomada por éste.<br />

El mayor de Losme era lo que se llama un buen hombre. Desde que estaba en la<br />

Bastilla había procurado mitigar muchos dolores; pero el pueblo lo ignoraba, y,<br />

al ver su brillante uniforme, le tomaba por el gobernador, al paso que éste,<br />

gracias a su casaca gris, sin ningún distintivo y de la que había arrancado la cinta<br />

de la Orden de San Luis, se refugiaba en cierta duda protectora que podían<br />

disipar únicamente los que le conocían.<br />

Tal era el espectáculo sobre el cual paseaba Gilberto su mirada sombría, aquella<br />

mirada siempre escrutadora y serena, aun en medio de los peligros que eran<br />

personales a su poderosa organización.<br />

Hullin, al salir de la Bastilla, había llamado a sus amigos más seguros y resueltos,<br />

a los más valientes soldados populares de aquella jornada, y se le reunieron

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!