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ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

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XXXI<br />

LO QUE PENSABA LA REINA EN LA NOCHE<br />

DEL 14 AL 15 DE JULIO DE 1789<br />

No podríamos decir cuánto tiempo duró aquella confidencia; pero se prolongó<br />

bastante, pues hasta eso de las once de la noche no se vio abrir la puerta del<br />

gabinete de la reina, y aparecer en el umbral a Andrea, casi de rodillas, besando<br />

la mano de María Antonieta.<br />

Después, al levantarse, la joven enjugó sus ojos enrojecidos por el llanto;<br />

mientras que la reina entraba de nuevo en su habitación.<br />

Andrea, por el contrario, como si hubiera querido huir de sí misma, se alejó<br />

rápidamente.<br />

A partir de aquel momento, la reina quedó sola. Cuando la doncella entró para<br />

ayudarla a desnudarse, encontróla con los ojos brillantes y paseándose a largos<br />

pasos por su habitación.<br />

La reina hizo con la mano un ademán que pareció decir: dejadme.<br />

La doncella se retiró sin decir nada.<br />

Desde aquel instante la reina se vio sola otra vez; había prohibido que la<br />

molestaran, a menos de que se tratase de importantes noticias procedentes de<br />

París.<br />

Andrea no reapareció.<br />

En cuanto al rey, después de haber conversado con el señor de La Rochefoucault,<br />

que trató de hacerle comprender la diferencia que existía entre un motín y una<br />

revolución, declaró que estaba cansado, acostóse y se durmió, ni más ni menos<br />

tranquilamente que si hubiera estado en una cacería, y que el ciervo (cortesano<br />

bien amaestrado) se hubiese dejado coger en el estanque de los Suizos.<br />

La reina, por su parte, escribió algunas cartas, pasó a la habitación contigua,<br />

donde reposaban sus dos hijos bajo la custodia de la señora de Tourzel, y se<br />

acostó, no para dormir como el rey, sino para meditar tranquilamente.<br />

Sin embargo, muy pronto, cuando el silencio hubo invadido a Versalles, cuando<br />

el inmenso palacio quedó sumido en las sombras, cuando no se oyeron ya en el<br />

fondo de los jardines más que los pasos de las patrullas, que hacían crujir la<br />

arena, y en los largos corredores las culatas de los fusiles, tocando discretamente<br />

las baldosas de mármol, María Antonieta, cansada de su reposo, experimentando<br />

la necesidad de respirar, saltó de su lecho, se puso sus zapatillas de terciopelo, y,<br />

cubriéndose, con un largo peinador azul, se asomó a la ventana para aspirar la<br />

frescura de los estanques y coger al paso esos consejos que el viento de la noche<br />

murmura sobre las frentes abrasadoras y en los corazones oprimidos.<br />

Entonces repasó en su mente todo lo ocurrido aquel día, tan fecundo en<br />

acontecimientos imprevistos.<br />

La toma de la Bastilla, ese emblema visible del poder real; las incertidumbres de<br />

Charny, aquel amigo fiel, aquel cautivo apasionado, a quien tenía hacía tantos<br />

años sometido a su yugo, y que, no habiendo suspirado nunca más que amor,<br />

parecía suspirar ahora por primera vez el pesar y ,los remordimientos.

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