24.01.2019 Views

ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Y el cadáver era el del barón Jorge de Charny. Gilberto, inclinado sobre el<br />

cadáver, miraba, con esa sublime fijeza que en el moribundo detiene la vida<br />

próxima a escapar, y que en el muerto recuerda casi el alma que voló.<br />

—¡Frío, rígido! ¡Está bien muerto! —murmuró, al fin.<br />

El conde de Charny dejó escapar un ronco gemido, y estrechando entre sus<br />

brazos aquel cuerpo de Charny, prorrumpió en sollozos tan desgarradores, que el<br />

médico se estremeció, mientras que Billot ocultaba la cabeza en un ángulo del<br />

pequeño patio.<br />

Después, de repente, el conde levantó el cadáver, apoyóle en la pared y se retiró<br />

poco a poco, mirando siempre a su hermano para ver si se levantaba y le seguía.<br />

Gilberto permaneció con una rodilla en tierra, apoyada la cabeza en la mano,<br />

pensativo, espantado e inmóvil.<br />

Billot se retiró de su rincón y dirigióse hacia Gilberto, pues ya no oía los gritos<br />

del conde, que le habían lacerado el corazón.<br />

—¡Ah, ah señor Gilberto! —dijo—. He aquí lo que es la guerra civil, y lo que me<br />

habíais predicho; pero esto sucede más pronto de lo que yo creía y de lo que vos<br />

mismo pensabais. He visto esos bribones asesinar a hombres perversos; mas<br />

ahora los veo hacer lo mismo con personas honradas. He visto asesinar a<br />

Flesselles, al señor de Launay, a Foulon y a Berthier; me he estremecido, y los<br />

demás asesinatos me han horrorizado.<br />

»Y, sin embargo, los hombres que mataban eran unos miserables. Entonces me<br />

predijisteis, señor Gilberto, que día llegaría en que viese matar a los hombres<br />

honrados.<br />

»Han dado muerte al señor barón de Charny, y ya no me estremezco, sino que<br />

lloro; ya no me horrorizo de los demás, sino que tengo miedo de mí mismo.<br />

—¡Billot! —exclamó Gilberto.<br />

Pero, sin escuchar, Billot continuó:<br />

—He ahí un pobre joven a quien han asesinado, señor Gilberto. Era un soldado, y<br />

ha combatido; pero no asesinaba.<br />

Billot exhaló un suspiro que parecía salir de lo más profundo de su corazón.<br />

—¡Ah! —murmuró—. A ese desgraciado le conocí niño aún; le veía pasar<br />

cuando iba desde Boursonne a Villers-Cotterets en su caballito gris, y llevaba pan<br />

a los pobres de parte de su madre. Era un hermoso niño, blanco y sonrosado, con<br />

grandes ojos azules: siempre se reía.<br />

«Pues bien: es extraño, desde que le he visto ahí tendido, sangriento y<br />

desfigurado, ya no es un cadáver lo que vuelvo a ver; es siempre el mismo niño<br />

risueño que llevaba en el brazo izquierdo una cesta, y en la derecha su bolsa.<br />

»¡Ah, señor Gilberto! A decir verdad, creo que ya basta con esto, y no deseo ver<br />

más, pues me lo habéis pronosticado, y llegará el caso de que os vea morir<br />

también, y entonces...<br />

Gilberto movió la cabeza suavemente.<br />

—Billot —dijo—, tranquilízate: mi hora no ha llegado aún.<br />

—Sea; pero la mía sí, doctor. Tengo allí abajo mieses que se han perdido; tierras<br />

que están sin cultivar, y una familia a quien amo, diez veces más aún al ver ese<br />

cadáver que su familia llora.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!