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ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

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de Laferté-Milon, donde nació Racine, y a ocho de Cháteau-Thierry, donde nació<br />

La Fontaine.<br />

Consignemos, además, que la madre del autor de Británico y de Atalia era de<br />

Villers-Cotterets.<br />

Volvamos a su castillo real y a sus dos mil cuatrocientos habitantes.<br />

Este castillo real, comenzado por Francisco I, cuyas salamandras conserva, y<br />

concluido por Enrique II, cuya cifra tiene aún entrelazada con la de Catalina de<br />

Médicis y circuida de las tres medias lunas de Diana de Poitiers, este castillo,<br />

repetimos, después de ocultar los amores del rey caballero con madame<br />

d'Etampes, y los de Luis Felipe de Orleans con la hermosa madame de<br />

Montesson, estaba casi deshabitado desde la muerte de este último príncipe, pues<br />

su hijo Felipe de Orleans, llamado después Igualdad, le hizo descender desde la<br />

categoría de residencia real a la de simple punto de reunión para los cazadores.<br />

Sabido es que el castillo y el bosque de Villers-Cotterets formaban parte de los<br />

dominios otorgados por Luis XIV a su hermano, Monsieur, cuando el hijo<br />

segundo de Ana de Austria casó con la hermana del rey Carlos II, Enriqueta de<br />

Inglaterra.<br />

En cuanto a los dos mil cuatrocientos habitantes, de los que hemos prometido<br />

decir algo a nuestros lectores, eran, como en todas las localidades donde viven<br />

dos mil cuatrocientos individuos, una reunión compuesta de:<br />

1 Algunos nobles que pasaban el verano en los castillos de las inmediaciones y el<br />

invierno en París, y que para imitar al príncipe no tenían más que un palmo de<br />

terreno en la ciudad.<br />

2.° De bastantes menestrales a quienes se veía salir de su casa, fuere cual fuese el<br />

tiempo, con un paraguas en la mano, para ir a dar después de comer su paseo<br />

diario, limitado regularmente a un ancho foso que separaba el parque del bosque,<br />

situado a un cuarto de legua de la ciudad, y que se llamaba el Aháh, sin duda a<br />

causa de la exclamación que su vista arrancaba de los pechos asmáticos,<br />

satisfechos de haber recorrido tan larga distancia sin sofocarse mucho.<br />

3.° De una mayoría de artesanos que trabajaban toda la semana y tan sólo se<br />

permitían los domingos el paseo de que disfrutaban todos los días sus<br />

compatriotas más favorecidos que ellos por la fortuna.<br />

4.° Y, por último, de algunos míseros proletarios, para los cuales la semana no<br />

tenía ni siquiera domingo, y que después de trabajar seis días a jornal, bien fuera<br />

para los nobles, o bien para los menestrales, o ya, en fin, para los artesanos, se<br />

diseminaban el séptimo en el bosque, a fin de recoger la madera muerta o<br />

tronchada que el huracán, ese gran segador de los bosques, para el que las<br />

encinas son espigas, esparcía por el suelo oscuro y húmedo de las grandes<br />

arboledas, magnífico patrimonio del príncipe.<br />

Si Villers-Cotterets (Villerii ad Cotiam-Retioe) hubiese tenido la desgracia de ser<br />

una ciudad de bastante importancia en la historia para que los arqueólogos se<br />

ocupasen de ella y siguieran sus pasos sucesivos desde el pueblo al burgo y desde<br />

éste a la ciudad, último título que se le disputa, como ya hemos dicho,<br />

seguramente habrían consignado el hecho de que este pueblo comenzó por ser<br />

una doble línea de casas construidas en ambos lados del camino de París a<br />

Soissons. Después habrían añadido que, poco a poco, habiendo aumentado,

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