24.01.2019 Views

ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

XXVIII<br />

OLIVERIO DE CHARNY<br />

Esta interrupción suspendió momentáneamente la conversación, pero sin alterar<br />

en nada el doble sentimiento de celos que animaba a la reina en aquel instante;<br />

celos de amor como mujer, celos de poder como reina.<br />

Resultaba de aquí que la conversación, que parecía agotada en este primer<br />

período, apenas había sido entablada y que iba a reanudarse más incisiva que<br />

nunca, como en una batalla, después de cesar el primer fuego, con el que se ha<br />

empezado la acción en algunos puntos, se rompe en toda la línea el fuego general<br />

que la decide.<br />

Llegadas las cosas a este punto, el conde parecía, por su parte, tan deseoso como<br />

la reina de tener una explicación, por lo cual, apenas se hubo cerrado la puerta,<br />

fue él el primero que hizo uso de la palabra.<br />

—Me preguntabais si ha sido por la condesa de Charny por quien he vuelto —<br />

dijo—. ¿Vuestra Majestad ha olvidado que hemos contraído mutuos<br />

compromisos y que soy hombre de honor?<br />

—Sí —contestó la reina inclinando la cabeza—, sí, se han contraído<br />

compromisos; sí, sois hombre de honor; sí, habéis jurado inmolaros por mi<br />

felicidad, y ese juramento es el que me contrista, porque al inmolaros por mi<br />

felicidad inmoláis al mismo tiempo a una mujer hermosa y de noble carácter...<br />

Un crimen más.<br />

—Señora, exageráis la acusación. Confesad solamente que he cumplido mi<br />

palabra a fuer de hombre honrado.<br />

—Es verdad: soy una insensata. Perdonadme.<br />

—No califiquéis de crimen lo que es hijo de la casualidad y de la necesidad.<br />

Ambos hemos deplorado ese casamiento, única cosa que podía poner a cubierto<br />

el honor de la reina, y ya no es posible otra cosa sino soportarlo como lo soporto<br />

hace cuatro años.<br />

—Sí —contestó la reina—, pero ¿creéis que no veo vuestro dolor, que no<br />

comprendo vuestro disgusto, traducidos bajo la forma del más profundo respeto?<br />

¿Creéis que no lo veo todo?<br />

—Por favor, señora —dijo el conde inclinándose—, decidme lo que veis para<br />

que, si aun no he sufrido bastante y hecho sufrir a los demás, duplique la suma de<br />

los males para mí y para los que me rodean, seguro de que nunca llegaré a<br />

pagaros lo que os debo.<br />

La reina extendió la mano hacia el conde. La palabra de aquel hombre tenía un<br />

poder irresistible, como todo lo que emana de un corazón noble y apasionado.<br />

—Mandadme, pues, señora —repuso—, os lo suplico. No temáis mandarme<br />

cuánto queráis.<br />

—Oh! ¡Sí, sí! Lo sé, he hecho mal: perdonadme. Sí, es verdad. Pero si en alguna<br />

parte tenéis un ídolo oculto a quien ofrecéis un incienso misterioso; si en algún<br />

rincón del mundo hay para vos una mujer adorada... ¡Oh; No me atrevo a<br />

pronunciar esa palabra, me da miedo, y dudo cuando las sílabas de que se

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!