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ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

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XXX<br />

UN REY Y UNA REINA<br />

La reina, después de echar una ojeada en torno suyo, recibió el saludo de su<br />

esposo y se lo devolvió amistosamente. Luego le alargó la mano.<br />

—¿A qué feliz casualidad debo el placer de que me visitéis? —preguntó María<br />

Antonieta.<br />

—A una verdadera casualidad, decís bien, señora. He encontrado a Charny, el<br />

cual me ha dicho que iba a decir de vuestra parte a nuestros belicosos mariscales<br />

que no se movieran. Me ha complacido tanto que hayáis tomado tan acertada<br />

resolución que no he querido pasar por delante de vuestra cámara sin entrar a<br />

daros las gracias.<br />

—En efecto —contestó la reina—, he reflexionado y he deducido que valía más<br />

que dejaseis las tropas tranquilas que no que dieseis pretexto para una guerra<br />

intestina.<br />

—Enhorabuena —dijo el rey—; me alegro mucho que seáis de ese parecer. Ya<br />

sabía yo que os haría venir a parar a él.<br />

—Sepa Vuestra Majestad que no ha costado gran trabajo conseguir este<br />

resultado, puesto que me he decidido a ello bien ajena a vuestra influencia.<br />

—Eso prueba que sois casi razonable, y cuando os haya hecho algunas<br />

reflexiones lo seréis del todo.<br />

—Pero, si somos del mismo parecer, esas reflexiones las considero enteramente<br />

inútiles.<br />

—No os alarméis, señora; no intento entablar ninguna discusión: sabéis que las<br />

discusiones me gustan tan poco como a vos. Vamos a ver: ¿no os agrada hablar<br />

de cuando en cuando conmigo sobre los asuntos de Francia, del propio modo que<br />

un buen matrimonio se ocupa en los asuntos de su casa?<br />

Luis XVI pronunció estas palabras con ese acento bonachón que empleaba en la<br />

intimidad.<br />

—Siempre me agrada, señor; pero ¿habéis escogido bien el momento?<br />

—Creo que sí. Hace poco me habéis dicho que deseáis que no se rompan las<br />

hostilidades: ¿no es eso?<br />

—Así es.<br />

—Pero no me habéis dicho las razones que tenéis para ello.<br />

—Porque no me las habéis preguntado.<br />

—Pues ahora os las pregunto.<br />

—¡La impotencia!<br />

—Según eso, ¿si creyerais ser la más fuerte, haríais la guerra?<br />

—Sí creyera ser la más fuerte, pegarle fuego a París.<br />

—¡Cuán seguro estaba de que no queríais la guerra por los mismos motivos que<br />

yo!<br />

—Entonces, veamos cuáles son los vuestros.<br />

—¿Los míos? —preguntó el rey.<br />

—Sí, los vuestros —contestó María Antonieta.

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