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ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

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leche, cuando el año pasado aspiró a la beca de París. Y, sin embargo, ¡no<br />

cometía él pocos barbarismos, Dios mío! Aunque es verdad que no contaba más<br />

que trece años, mientras que yo tengo diecisiete.<br />

—¡Ah! He aquí una estupidez —dijo el abate, franqueando el resto de la escalera,<br />

con sus disciplinas en la mano, en tanto que Pitou mantenía prudentemente entre<br />

él y su profesor la primera distancia—. Sí —añadió cruzándose de brazos y<br />

mirando indignado a su discípulo—; he dicho estupidez y lo repito. ¡He aquí la<br />

recompensa de mis lecciones de dialéctica! ¡Triple animal! ¿Es así como te<br />

acuerdas de aquel axioma: Noti minora, toqui majora votens? Pues precisamente<br />

porque Gilberto era más joven que tú se ha tenido más indulgencia con un niño<br />

de catorce años que la que se tendrá con un imbécil de dieciocho.<br />

—Sí, y también porque es hijo del señor Honorato Gilberto, que tiene dieciocho<br />

mil libras de rentas en buenas tierras, solamente en la llanura de Pilleleux —<br />

contestó con voz lastimera el muchacho lógico.<br />

El abate Fornier miró a Pitou, prolongando los labios y frunciendo el ceño.<br />

—Esto no es tan estúpido —murmuró después de una pausa—. Sin embargo,<br />

peca de especioso, y no es fundado. Species, non autem corpus.<br />

—¡Oh! ¡Si yo fuera hijo de un hombre que tuviese diez mil libras de rentas!... —<br />

repitió Ángel Pitou, que había creído notar que su respuesta había producido<br />

alguna impresión en su profesor.<br />

—Sí, pero no lo eres; y, en cambio, no tienes más que ignorancia, como el necio<br />

de quien habla Juvenal; cita profana —añadió el abate—, haciendo la señal de la<br />

cruz, pero no menos justa. Arcadius juvenis. Apuesto a que ni siquiera sabes lo<br />

que quiere decir Arcadius...<br />

—¡Diantre! Significa Arcadio —contestó Ángel Pitou,. irguiéndose con la<br />

majestad del orgullo.<br />

—¿Y qué más?<br />

—¿Cómo qué más?<br />

—La Arcadia era el país de los caballos de dos cuerpos, y así, entre los antiguos<br />

como entre nosotros, asinus era el sinónimo de stuttus.<br />

—No he querido comprender la cosa así —dijo Pitou, atendido que estaba lejos<br />

de mi pensamiento que el ánimo austero de mi digno profesor pudiera humillarse<br />

hasta la sátira.<br />

El abate Fortier miró a Pitou por segunda vez con más atención aún que la<br />

primera.<br />

—A fe mía —murmuró, un poco dulcificado por la réplica de su discípulo—, que<br />

hay momentos en que juraría que este tunante es menos estúpido de lo que<br />

realmente parece.<br />

—Vamos, señor abate —dijo Pitou, que si no había oído las palabras del profesor<br />

pudo sorprender en su fisonomía una expresión compasiva—, perdonadme y ya<br />

veréis qué buen tema hago mañana.<br />

—Pues bien, consiento —dijo el abate colocándose las disciplinas en la cintura<br />

en señal de tregua y acercándose a Pitou, que gracias a esta demostración pacífica<br />

permaneció inmóvil.<br />

—¡Oh! ¡Gracias, gracias! —exclamó el escolar.

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