24.01.2019 Views

ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

permitido a los mortales. Ensaye el hombre toda su vida, y habrá ocupado su<br />

tiempo debidamente.<br />

—Pero ese Cagliostro a quien defendéis era un enemigo de los reyes.<br />

Gilberto se acordó del asunto del collar.<br />

—¿No será más bien de las reinas? —preguntó.<br />

Luis XVI se estremeció al recibir este alfilerazo.<br />

—Sí, ha observado una conducta de las más equívocas en toda la cuestión del<br />

príncipe Luis de Rohan —contestó.<br />

—Señor, entonces, como siempre, Cagliostro cumplió con un deber humano:<br />

ensayaba para sí. En ciencia, en moral, en política, no hay bien ni mal: no hay<br />

más que fenómenos comprobados, hechos adquiridos. Lo repito, señor: el<br />

hombre puede hacerse con frecuencia digno de censura, censura que quizá pueda<br />

convertirse en elogio con el tiempo, pues la posteridad revisa los juicios de los<br />

hombres; pero yo no he estudiado con el hombre, sino con el filósofo, con el<br />

sabio.<br />

—Bien, bien —dijo el rey, que sentía aún el dolor de la doble herida de su<br />

orgullo y de su corazón—, bien; pero nos olvidamos de la señora condesa, y tal<br />

vez esté sufriendo.<br />

—Voy a despertarla, si Vuestra Majestad lo desea; pero habría deseado recibir la<br />

caja mientras está durmiendo.<br />

—¿Por qué?<br />

—Por ahorrarle una lección demasiado severa.<br />

—Precisamente aquí viene ya —dijo el rey—. Aguardad.<br />

En efecto: se había ejecutado puntualmente la orden del rey: la caja, encontrada<br />

en casa de la condesa de Charny en manos del agente Paso de Lobo, estaba ya en<br />

el gabinete real, delante de los ojos de la misma condesa, que no la veía.<br />

El rey hizo un ademán de satisfacción al oficial que la había traído, y éste se<br />

retiró.<br />

—¿Qué decís? —preguntó Luis XVI.<br />

—Que es, en efecto, la misma caja que me habían quitado —contestó el doctor.<br />

—Abridla, pues.<br />

—Lo haré si Vuestra Majestad lo desea. Pero antes debo advertir a Vuestra<br />

Majestad una cosa.<br />

—¿Cuál?<br />

—Que, como he dicho a Vuestra Majestad, esta caja tan sólo contiene papeles<br />

muy fáciles de leer, pero de los que depende el honor de una mujer.<br />

—Y esa mujer es la condesa.<br />

—Sí, señor; pero su honor no padecerá lo más mínimo aunque lo sepa Vuestra<br />

Majestad. Abridla, señor —dijo Gilberto presentando la llave al rey.<br />

—Llevaos esa caja —dijo el monarca con frialdad—, lleváosla: es vuestra.<br />

—Gracias, señor; y ¿qué haremos de la condesa?<br />

—No la despertéis aquí. Quiero evitar las sorpresas y los dolores.<br />

—La condesa no se despertará sino en el sitio adonde Vuestra Majestad tenga por<br />

conveniente hacerla llevar.<br />

—Pues que la lleven a la cámara de la reina.<br />

Luis XVI. Llamo y se presentó un oficial.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!