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ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

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adelante no se cometerá ya, en nombre del rey que la ignora, una injusticia como<br />

la de que he sido víctima.<br />

—Pero, en fin, caballero: vuestro arresto habrá sido por alguna causa.<br />

—Ninguna, que yo sepa, señor. Me han prendido al regresar a Francia, y me han<br />

encarcelado.<br />

—A la verdad —dijo Luis XVI con dulzura—, ¿no hay algún egoísmo de vuestra<br />

parte en venir a hablarme de vos cuando tanto necesito que se hable de mí?<br />

—Es que tengo precisión de que Vuestra Majestad me responda una sola palabra.<br />

—¿Cuál?<br />

—¿Ha entrado Vuestra Majestad por algo en mi arresto?<br />

—Ignoraba vuestro regreso a Francia. —Me alegro mucho de que Vuestra<br />

Majestad me responda eso: así podré decir en voz alta que Vuestra Majestad no<br />

obra mal sino cuando le engañan, y presentarme como ejemplo a los que lo<br />

pusieran en duda.<br />

El rey se sonrió.<br />

—Señor médico —dijo—, estáis poniendo el bálsamo en la herida.<br />

—¡Oh señor! Pondré el bálsamo a manos llenas, y, si queréis, curaré esa herida:<br />

os lo aseguro.<br />

—¡Vaya si quiero!<br />

—Pero es menester que lo queráis firmemente.<br />

—Lo querré así.<br />

—Antes de comprometeros más —dijo Gilberto—, tened la bondad de leer esta<br />

nota puesta al margen del registro de mi entrada en la Bastilla.<br />

—¿Qué nota? —preguntó el rey con inquietud.<br />

—Esta.<br />

Gilberto presentó la hoja al rey, el cual leyó:<br />

«A instancias de la reina...»<br />

Luis frunció el entrecejo.<br />

—¡De la reina! —dijo—. ¿Habéis incurrido en el desagrado de la reina?<br />

—Señor, estoy seguro de que Su Majestad me conoce menos de lo que Vuestra<br />

Majestad me conocía.<br />

—Pues, con todo, debéis haber cometido alguna falta, porque por algo se entra en<br />

la Bastilla.<br />

—Parece que sí, puesto que salgo de ella.<br />

—Pero Necker os envía a mí, y la orden de prisión estaba firmada por él.<br />

—Es cierto.<br />

—Entonces explicaos mejor. Repasad vuestra vida; ved si en ella hay alguna<br />

circunstancia que hayáis olvidado.<br />

—¡Repasar mi vida! Sí, señor, lo haré y francamente. Perded cuidado: no será<br />

largo. Desde la edad de seis años he trabajado sin descanso. Discípulo de Juan<br />

Jacobo, compañero de Bálsamo, amigo de Lafayette y de Washington, desde el<br />

día en que salí de Francia jamás he tenido que inculparme por falta alguna.<br />

Cuando la ciencia adquirida me ha permitido asistir a los heridos o a los<br />

enfermos, he pensado siempre que debía dar cuenta a Dios de todas mis ideas, de<br />

todas mis acciones, y, puesto que Dios había puesto a mi cargo la salud de los<br />

hombres, como cirujano he vertido sangre por humanidad, pronto a dar la mía

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