24.01.2019 Views

ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

temible glotón desapareció, la tía, a pesar de su avaricia, se confeccionaba ciertos<br />

platos que duraban una semana, y que no dejaban de tener valor.<br />

Tan pronto era el asado a la moda rodeado de zanahorias y de cebolletas, como el<br />

guisado de carnero con sabrosas patatas, o unas patas de ternera sazonadas con<br />

alguna conserva en vinagre; o bien una tortilla gigantesca, hecha<br />

en la sartén grande, y esmaltada de perejil o lonjas de tocino, una sola de las<br />

cuales bastaba para la comida de la vieja hasta en sus días de apetito.<br />

Durante toda la semana, la tía Angélica acariciaba estos manjares con mucha<br />

parsimonia sin hacer más brecha que la precisa para satisfacer las exigencias del<br />

momento.<br />

Todos los días se regocijaba de estar sola para comer tan buenas cosas, y durante<br />

aquella feliz semana pensó en su sobrino Pitou cuantas veces llevó la mano al<br />

plato y el bocado a los labios.<br />

Pitou fue afortunado.<br />

Llegó en un día, era lunes, en que la tía Angélica había puesto en una cazuela de<br />

arroz un gallo viejo, el cual coció tanto, rodeado de su blanda capa de pasta, que<br />

la carne llegó a separarse de los huesos, poniéndose casi tierna.<br />

El manjar era formidable y hallábase en una cazuela profunda, negra por fuera,<br />

pero reluciente y llena de atractivos a la vista.<br />

Las viandas coronaban el arroz como los disloques de un gran lago, y la cresta<br />

del gallo, elevábase entre los pitones múltiples como el pico de Ceuta sobre el<br />

estrecho de Giraltar.<br />

Pitou no tuvo ni siquiera la cortesía de prorrumpir en un ¡ay! de admiración al<br />

contemplar aquella maravilla.<br />

El ingrato olvidaba que jamás semejante magnificencia había adornado la<br />

despensa de la tía Angélica.<br />

Tenía un pedazo de pan en la mano derecha.<br />

Cogió la espaciosa cazuela con la izquierda y la sostuvo en equilibrio por la<br />

presión de su dedo pulgar, que sumergió en una grasa compacta de apetitoso olor.<br />

En aquel instante parecióle que una sombra se interponía entre la luz que<br />

penetraba por la puerta y él.<br />

Entonces volvióse sonriendo, pues Pitou era uno de esos jóvenes felices y<br />

sencillos en quien la satisfacción del alma se revela en el semblante.<br />

Aquella sombra era la del cuerpo de la tía Angélica, más avara, más inflexible y<br />

más seca que nunca.<br />

En otro tiempo, y aquí nos vemos obligados a volver a la comparación, porque<br />

tan sólo ésta puede expresar nuestra idea, en otro tiempo, repetimos, al ver a la<br />

tía Angélica, Pitou hubiera dejado caer la cazuela, y, en tanto que la solterona se<br />

agachaba para recoger los restos de su gallo y los granos de arroz, él hubiera<br />

saltado por encima de su cabeza, dándose a correr con su pan debajo del brazo.<br />

Pero Pitou no era ya el mismo de antes; su casco y su sable no habían cambiado<br />

tanto su físico como el trato con los grandes filósofos de la época su parte moral.<br />

En vez de huir aterrado a la vista de su tía, se acercó con graciosa sonrisa,<br />

extendió hacia ella los brazos, y, aunque la solterona procuró esquivar tan<br />

afectuosa demostración, la estrechó entre ellos, oprimiéndola contra su pecho, en

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!