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ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

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—¿De qué se trata?<br />

—Ya sabéis que yo había ido al club de las Virtudes en la barrera de<br />

Fontainebleau.<br />

—Sí. ¿Qué más?<br />

—Pues bien; se decía una cosa muy extraordinaria.<br />

—¿Cuál?<br />

—Ya sabéis que ese pícaro Foulon se había hecho pasar por muerto, y hasta<br />

fingió dejarse enterrar...<br />

—¡Cómo! ¿Que se ha hecho pasar por muerto? Y ¿de qué modo ha fingido<br />

dejarse enterrar? ¡Pardiez! Bien muerto está, puesto, que yo mismo he visto pasar<br />

el entierro.<br />

—¡Pues bien, señor Billot: está vivo!<br />

—¡Vivo!<br />

—Como vos y como yo.<br />

—¡Tú te has vuelto loco!<br />

—Querido señor Billot, yo no estoy loco: el traidor Foulon, el enemigo del<br />

pueblo, la sanguijuela de Francia, el acaparador, en fin, no ha muerto.<br />

—¡Pero si te digo que le habían enterrado después de sufrir un ataque apoplético;<br />

si te repito que yo vi pasar el entierro y que hasta impedí que sacaran su cadáver<br />

del ataúd para colgarle!<br />

—Pues yo acabo de verle vivo. ¡Ah!<br />

—¿Tú?<br />

—Como os veo ahora, señor Billot. Parece que uno de sus criados es quien ha<br />

muerto, y que el bribón de su amo mandó que le hicieran un entierro de<br />

aristócrata. ¡Oh! Todo se ha descubierto, y el hombre ha procedido así por temor<br />

a la venganza del pueblo.<br />

—Cuéntame eso, Pitou.<br />

—Venid un poco al vestíbulo, señor Billot, y estaremos más a gusto.<br />

Salieron de la sala y entraron en el vestíbulo.<br />

—Y, por lo pronto —dijo Pitou—, es preciso saber si el señor de Bailly se halla<br />

aquí.<br />

—Sí que está, pero puedes hablar.<br />

—Muy bien. Yo estaba en el club de las Virtudes, donde escuchaba el discurso<br />

de un patriota. Era aquel que cometía tantas faltas del francés, y bien se echaba<br />

de ver que no se había educado en casa del abate Fortier.<br />

—Continúa —dijo Billot—, ya sabes que se puede ser buen patriota sin saber<br />

leer ni escribir.<br />

—Es verdad —repuso Pitou—. De repente llega un hombre muy sofocado,<br />

gritando: «¡Victoria, victoria! Foulon no había muerto, Foulon vive, yo le he<br />

encontrado y visto». Todos hicieron como vos, padre Billot: nadie quería creer.<br />

Los unos decían: «¡Cómo! ¡Foulon vivo!» «Sí». Los demás gritaban: «¡Vamos,<br />

no puede ser!» Y algunos, en fin, decían: «¡Pues bien: mientras que estabas allí,<br />

hubieras podido descubrir al mismo tiempo dónde se hallaba su yerno Berthier!»<br />

—¡Berthier! —exclamó Billot.<br />

—Sí, Berthier de Savigny, ya sabéis, nuestro intendente de Compiegnerpkamigo<br />

del señor Isidoro de Charny.

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