24.01.2019 Views

ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Supongo, por lo que indicáis, que el marqués de Lafayette os habrá dicho<br />

también que tengo algo de hechicero; y, si os lo ha dicho, le concedo bastante<br />

talento para haberlo probado, si ha querido.<br />

—En efecto; nos ha hablado de las curas maravillosas que habéis hecho a<br />

menudo en los campos de batalla o en los hospitales americanos con enfermos<br />

desahuciados. Según nos ha dicho el general, los sumíais en una muerte ficticia<br />

tan parecida a la muerte real que muchas veces lo parecía.<br />

—Esa muerte ficticia, señora, es resultado de una ciencia casi desconocida,<br />

confiada hoy a algunos adeptos solamente, pero que acabará por vulgarizarse.<br />

—El mesmerismo: ¿no se llama así? —preguntó madame de Stael sonriendo.<br />

—Eso es: el mesmerismo.<br />

—¿Os la ha enseñado el mismo maestro?<br />

—¡Ah, señora! El mismo Mesmer no era más que un discípulo. El mesmerismo,<br />

o, mejor dicho, el magnetismo, era una ciencia antigua conocida de los egipcios y<br />

de los griegos, pero que se perdió en el océano de la Edad Media. Shakespeare la<br />

adivina en Macbeth. Urbano Grandier la vuelve a descubrir y muere por haberla<br />

descubierto. Pero el gran maestro, el mío, es el conde de Cagliostro.<br />

—¡Ese charlatán! —dijo madame de Stael.<br />

—Señora, señora, no juzguéis de él como los contemporáneos, sino como lo<br />

juzgará la posteridad. A este charlatán es a quien yo debo mi ciencia, y quizás el<br />

mundo le deberá la libertad.<br />

—Enhorabuena —dijo madame de Stael sonriendo—. Hablo sin estar muy<br />

enterada, y vos habláis con conocimiento de causa: es probable que vos tengáis<br />

razón y yo no... Pero ocupémonos en vos y decidme: ¿por qué habéis estado tanto<br />

tiempo ausente de Francia? ¿Por qué no habéis venido a ocupar vuestro puesto al<br />

lado de los Lavoisier, los Cabanis, los Condorcet, los Bailly y los Louis?<br />

Al oír este último nombre se sonrojó imperceptiblemente el doctor.<br />

—Aun tengo mucho que estudiar para que de buenas a primeras vaya a<br />

colocarme al lado de los maestros.<br />

—En fin, ya habéis vuelto, aunque en una ocasión muy triste para vosotros. Mi<br />

padre, que hubiera tenido mucho gusto en veros, ha dejado de ser ministro y se<br />

ha ausentado hace tres días. Gilberto se sonrió.<br />

—Señora baronesa —dijo inclinándose ligeramente—. Hace seis días que me<br />

encerraron en la Bastilla por orden del señor barón de Necker.<br />

Madame de Stael se sonrojó a su vez.<br />

—Me decís una cosa que me sorprende, en verdad —contestó—. ¡Vos en la<br />

Bastilla!<br />

—Yo mismo, señora.<br />

—Pues ¿qué habíais hecho?<br />

—Los que han sido causa de que me prendieran podrán decirlo.<br />

—Pero, al fin, estáis libre.<br />

—Sí, lo estoy porque ya no hay Bastilla.<br />

—¿Qué significa eso de que no hay Bastilla? —preguntó madame de Stael<br />

fingiendo sorpresa.<br />

—¿No habéis oído los cañonazos?<br />

—Sí; ¿y eso qué?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!