24.01.2019 Views

ANGEL PITOU

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

Angel Pitou tercer libro sobre la revolución francesa de Alejandro Dumas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—¡Ea, ánimo!<br />

—Pues, bien, padre: es un sueño, una alucinación.<br />

—Un sueño que te asusta.<br />

—Sí y no, porque cuando tengo ese sueño no estoy asustado, sino como<br />

transportado a otro mundo.<br />

—Explícate.<br />

—Desde muy niño he tenido esas visiones. Ya sabéis que dos o tres veces me<br />

extravié en los bosques que rodean la aldea en que me crié.<br />

—Sí, me lo han dicho<br />

—Pues bien: me perdí, siguiendo algo así como un fantasma.<br />

—¿Qué dices? —preguntó Gilberto mirando a su hijo con un asombro que tenía<br />

algo de espanto.<br />

—Os diré lo que me sucedía: yo jugaba como los demás niños en la aldea, y<br />

mientras no salía de ella, mientras había otros muchachos conmigo o cerca de mí,<br />

no veía nada; pero si me separaba de ellos, si me apartaba de los últimos jardines,<br />

sentía junto a mí como el roce de un vestido; alargaba los brazos para cogerlo, y<br />

sólo abrazaba el aire; pero, a medida que este roce se alejaba, el fantasma se<br />

hacía visible. Era un vapor, al principio transparente como una nube, pero qué<br />

luego se iba condensando y adquiriendo forma humana. Esta forma era la de una<br />

mujer, que se deslizaba más bien que andaba, y se hacía tanto más visible cuanto<br />

más penetraba en los sitios oscuros del bosque. Entonces un poder desconocido,<br />

extraño, irresistible, me arrastraba en pos de aquella mujer. La perseguía con los<br />

brazos abiertos, callado como ella; porqué a menudo he procurado llamarla, y<br />

jamás mi voz ha podido articular un sonido, y la perseguía sin que ella se<br />

detuviese, sin que me fuera posible alcanzarla, hasta que el prodigio que me<br />

había indicado su presencia me anunciaba su partida. Aquella mujer se disipaba<br />

poco a poco la materia se convertía en vapor, el vapor se volatilizaba y todo<br />

concluía. Y yo, muerto de fatiga, caía al suelo en el sitio mismo en que se había<br />

desvanecido. Allí era donde Pitou me encontraba, unas veces el mismo día y<br />

otras al día siguiente.<br />

Gilberto continuaba mirando al niño con creciente inquietud. Alargó la mano y le<br />

tomó el pulso. Sebastián comprendió el sentimiento que agitaba a su padre.<br />

—¡Oh! No os alarméis, le dijo; se que no hay nada de real en todo esto, que es<br />

una visión y nada más.<br />

—Y ¿qué aspecto tenía esa mujer? —le preguntó el doctor.<br />

—Majestuosa como una reina.<br />

—Y ¿has visto algunas veces su rostro?<br />

—Sí.<br />

—¿Desde cuándo? —le preguntó Gilberto, sobresaltado.<br />

—Desde que estoy aquí.<br />

—Pero en París no estás ya en el bosque de Villers-Cotterets, donde los grandes<br />

árboles forman una bóveda sombría y misteriosa. En París no tienes el silencio y<br />

la soledad, elementos de los fantasmas.<br />

—Sí, padre, los tengo.<br />

—¿Dónde?<br />

—Aquí.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!