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V 34 N 82

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DESARROLLO E INEQUIDAD DE GÉNERO EN LA CIENCIA

que tenemos acceso, como podrían ser árboles frutales en las

viviendas. (Sen,1988; Lewis,1988).

Los indicadores, como se aprecia, se han ido reflexionando y

se han ido mejorando, es por esto por lo que se inventó el

índice de desarrollo humano, con una perspectiva más

holística sobre el desarrollo, al tomar en cuenta no solo el

promedio del ingreso de la población, sino la educación, la

salud, e ingresos (Todaro y Smith,2009). Este indicador,

aunque desde un principio contempló aspectos más

cualitativos que el PIB o el PNB, también ha sufrido críticas

y modificaciones, pues ahora también se vincula con

aspectos de desigualdad, como condiciones de pobreza y la

inequidad de género (Cypher y Dietz, 2008). Amartya Sen a

su vez incorporó el concepto de capacidades, es decir, de las

libertades que tienen las personas para tomar decisiones,

como hasta qué nivel concluir sus estudios formales, el

trabajo que ejerzan o el lugar donde vivan. (Todaro y Smith,

2009) Con este enfoque se ha podido insertar la categoría de

género a las teorías de desarrollo.

La categoría de género es útil para visibilizar cómo la

organización de las sociedades, en nuestro caso el del modo

de vida occidental, es una construcción histórica y por lo

tanto cambiante. La familia, el matrimonio, la división del

trabajo, la separación de las esferas pública y privada, la

forma de utilizar los cuerpos, la formulación de leyes, y en

general el Estado, se han organizado desde una visión

patriarcal, que ha llevado a la desigualdad y subordinación

de las mujeres en los diferentes espacios, de los cuales la

ciencia no es la excepción. (Lamas, 2013; Scott, 1985;

Bustos, 2008).

El concepto de desarrollo de la teoría modernista ha recibido

fuertes críticas por parte de la economía feminista que desde

un enfoque postcolonial ha argumentado en contra de las

políticas de desarrollo formuladas en países industrializados

y aplicadas en países en vías de desarrollo. Es así, como en

la década de los sesenta se dio la discusión pionera sobre la

neutralidad de las políticas sobre las relaciones de género, y

aunque en la década de los ochenta se incorporó a las mujeres

a las estrategias de desarrollo, el paradigma no se cuestionó,

pues se siguieron ignorando los roles y estereotipos de género

como un problema estructural (Larrañaga y Jubeto, 2011).

Las feministas de esas décadas con la realización de distintos

eventos, como las Conferencias Internacionales de las

Mujeres organizadas por Naciones Unidas de México (1975)

y Copenhague (1980) y la tercera Conferencia Mundial de la

Mujer de Nairobi, celebrada en 1985, fueron críticas al

paradigma predominante. La ONU incorporó como resultado

de estas exigencias el enfoque de “Género y Desarrollo”, que

“cuestiona las construcciones sociales del género y se centra

en las relaciones entre hombres y mujeres en las esferas

económicas, sociales y reproductivas” (Larrañaga y Jubeto,

2011).

MATERIAL Y MÉTODOS

Se utilizaron como principales fuentes de información

estadísticas sobre brechas de género en educación, ciencia,

actividad productiva y actividad no remunerada, de

instancias oficiales internacionales y nacionales, tales como

la UNESCO, Conacyt, ANUIES, OIT, INEGI, entre otros.

Asimismo, con el fin de contar con una perspectiva más

amplia y holística de la problemática, se revisó literatura

científica de corte cualitativo referente a las mujeres en la

ciencia, para poder contemplar los principales factores que

repercuten en que las mujeres ingresen o ejerzan al ámbito de

la ciencia, y más en específico en el área de ciencia,

tecnología, ingenierías y matemáticas.

RESULTADOS

De acuerdo con la UNESCO (2019), menos del 30% de los

investigadores del mundo son mujeres y solo el 35% de la

matrícula de estudiantes en educación superior son mujeres

en carreras vinculadas a ciencia, tecnología, ingeniería y

matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). Del total de

matrícula de mujeres en educación superior, apenas el 8% se

encuentra en alguna ingeniería. En el 2014, en educación

superior 71% eran mujeres y 29% eran hombres en carreras

de educación, en contraste con el 27% de mujeres y 73% de

hombres en ingenierías.

En México, apenas el 37% de todas las mujeres

investigadores se encuentra en el SNI (Conacyt, 2019), a

pesar de haber alcanzado a nivel nacional la paridad de

ingresos a nivel licenciatura (Conacyt, 2019) y se ha acercado

a la paridad a nivel doctoral (ANUIES, 2018). Asimismo,

muchas abandonan la carrera de científicas (Guevara, 2018;

Buquet, Cooper, Mingo y Moreno, 2013; Larrañaga y Jubeto,

2011; entre otras), dejando de lado un capital humano que

ayude a resolver problemas, a innovar y avanzar en

importantes labores que el área de STEM lidera.

De igual manera, las mujeres en el mundo tienen más

probabilidades de desempleo, o a tener trabajos de menor

calidad, y a un reparto desigual de labores de cuidado y de

tareas domésticas no remuneradas (OIT, 2016). A nivel

mundial, las mujeres ganan 77 centavos por cada dólar que

los hombres ganan, y la brecha aumenta si las mujeres tienen

hijos, pasando de un 4% a un 31% en el África subsahariana.

Entre 1995 y 2015 la brecha solo se redujo 0.6 puntos

porcentuales en la tasa de empleo, lo que indica que a pesar

de que ya hay más mujeres matriculadas y con educación

formal, esto no significa que ha existido una mejor posición

de las mujeres en el ámbito laboral.

A partir de la ley de igualdad de género del 2006, en México

se han hecho estadísticas de género, como las encuestas del

uso del tiempo del INEGI, con el fin de conocer la brecha

entre los trabajos llamados productivos y el trabajo

doméstico y de cuidados. De acuerdo con el observatorio de

igualdad de género, para que las mujeres gocen de autonomía

REVISTA DEL CENTRO DE GRADUADOS E INVESTIGACIÓN. INSTITUTO TECNOLÓGICO MÉRIDA Vol. 35 NÚM. 82 47

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