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publicación - CCOO

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UBALDO MARTÍNEZ VEIGA<br />

tro del sistema y desde esta óptica es obvio que se considere la emigración interior como<br />

una movilización o un primer paso para la emigración exterior, aunque esta consideración<br />

no corresponda a los hechos. En el caso de la emigración española a Europa a la que nos<br />

estamos refiriendo, creemos que hay que insertarla dentro de un flujo migratorio más<br />

amplio que incluye como parte fundamental y más importante la emigración interna. Las<br />

razones para interpretar los hechos así son bastante simples, fundamentalmente la corta<br />

duración de la estancia en el exterior y el hecho de que el retorno, al no realizarse con frecuencia<br />

al lugar exacto de origen sino a otros lugares, o bien alejados o adyacentes, hay que<br />

considerarlo también como un fenómeno de migración interna. El propio hecho de la cantidad<br />

ingente de capital enviado en las remesas de los emigrantes y que han servido en gran<br />

medida para financiar el proceso de acumulación capitalista es un elemento central que<br />

subordina la emigración exterior a los procesos que se producen en el interior del país.<br />

Aunque pueda parecer una pregunta estrictamente funcionalista, podemos preguntar<br />

por las resultantes de todo este proceso. Creemos que la resultante fundamental de este proceso<br />

es el desarrollo de un mercado de trabajo de carácter general a nivel del Estado a cuyas<br />

oportunidades o constricciones de carácter local responden los trabajadores con su movilidad.<br />

Se trata de movimientos ingentes de mano de obra, de trabajo que es vendido como<br />

una mercancía, en un mercado que no es puramente local en cuanto que se da al menos la<br />

libertad de movimiento del trabajador.<br />

Desde este punto de vista, creemos que la repercusión más importante de los procesos<br />

migratorios que tuvieron lugar entre 1959 y 1973 fue la consolidación de un mercado<br />

general de trabajo que destruye los localismos y que da una movilidad grande a la propia<br />

mano de obra que, al menos en base a su movilidad, puede negociar y vender su mercancía<br />

al mejor postor.<br />

A pesar del carácter paternalista y fascista de la legislación laboral de la época, a partir<br />

de 1958 aparece en España una nueva ley en la que se ratifican los convenios colectivos. No<br />

vamos a entrar ahora en la descripción pormenorizada de lo que estos convenios representaban,<br />

aunque es obvio que no se trataba de una negociación con organizaciones libres de<br />

trabajadores. Desde 1960 en adelante hasta 1973 aparece dentro del Estado español lo que<br />

Luis Toharia llama «un seudo fordismo» en cuanto que se presentan unas fuertes tasas de<br />

crecimiento económico. Este crecimiento económico va unido a un aumento sustancial de<br />

la tasa de productividad que se corresponde con un aumento importante, y correlativo, de<br />

los salarios reales. Si a esto se une una generalización del consumo de bienes de producción<br />

masiva, nos encontramos claramente con un fordismo incipiente.<br />

Lo que llama más profundamente la atención es el hecho de que para los emigrantes a<br />

GACETA176 SINDICAL

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