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publicación - CCOO

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JULIÁN ARIZA RICO<br />

Se ha minusvalorado lo hecho por las Comisiones Obreras en aquel periodo de la historia<br />

de España por muchas y variadas razones. Voy a referirme sólo a un par de ellas.<br />

En primer lugar se ha pretendido, hasta donde ello ha sido posible, empequeñecer el<br />

papel de los comunistas españoles en la lucha por las libertades y la democracia. Porque<br />

para el rampante anticomunismo que desde la derecha hasta la socialdemocracia se ha<br />

mantenido a lo largo de casi todo el Siglo XX, tanto dentro como fuera de nuestro país,<br />

resultaba ideológica, política y hasta electoralmente muy inconveniente asociar a los<br />

comunistas con el más resuelto compromiso por las libertades. Y asocio el anticomunismo<br />

con la minimización de Comisiones Obreras porque el rigor histórico exige reconocer que<br />

aún habiendo sido siempre Comisiones Obreras un movimiento sociopolítico y, más<br />

tarde, un sindicato plural, su vertebración como tal movimiento y el ideario básico que inspiró<br />

los contenidos y la estrategia de su acción sindical se debe en primerísimo lugar a los<br />

comunistas. Y esto no niega, ni mucho menos, el componente de espontaneidad que se dio<br />

en los momentos primigenios de aquel movimiento, allá por la segunda mitad de la década<br />

de los 50, ni niega tampoco el evidente fracaso de las experiencias del llamado socialismo<br />

real, practicado por los partidos comunistas, sobre todo en los países del Este de Europa.<br />

Una segunda razón tiene que ver con la relación de fuerzas existente al final de la dictadura<br />

y la primera fase de la transición. El dictador, como se sabe, murió en la cama ungido<br />

por los santos óleos de la Iglesia Católica. Interesa recordar que eso sucedió en noviembre de<br />

1975 y que a CC.OO. nos legalizaron en abril de 1977. De por medio está un periodo esencial<br />

de nuestra historia como organización y de la historia de nuestro país. Pues fuimos los<br />

principales protagonistas de un movimiento huelguístico que, aparte una serie de reivindicaciones<br />

económicas y laborales parcialmente satisfechas, contribuyó a abortar los intentos<br />

de perpetuar el franquismo sin Franco, tarea que inicialmente se les encomendó a Arias<br />

Navarro y al desde hace bastantes años presidente de la comunidad autónoma de Galicia, el<br />

incombustible Manuel Fraga Iribarne, también presidente de honor del Partido Popular.<br />

Que la lucha fue épica pueden ilustrarlo datos como los de que, siendo ilegal el ejercicio<br />

de la huelga, hubo en 1976 más de 40.000 conflictos colectivos de trabajo, participaron<br />

dos millones y medio de trabajadores en huelgas, que representaron ciento seis<br />

millones de horas de trabajo no realizado.<br />

Pero si bien aquellas luchas abortaron las intenciones continuistas, no fueron suficientes<br />

para provocar la ruptura democrática que pretendíamos ni, por supuesto, sirvieron para<br />

siquiera plantear la formación de un gobierno provisional. En otras palabras, quiénes han<br />

ejercido la influencia más determinante en lo transmitido a través de los medios de comunicación,<br />

entonces y aún más después, han sido otros. Por eso quiénes conocen aquel perí-<br />

GACETA52 SINDICAL

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