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publicación - CCOO

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ANTONIO BAYLOS<br />

defensa de los intereses de los trabajadores. En este orden de cosas, hablar de la huelga es<br />

hablar de la actuación del sindicato, tomando esta actuación desde un punto de vista determinado.<br />

Sin embargo, cada vez más se tiende a concebir el empleo de este instrumento sólo<br />

de una forma disuasoria. Se sabe que existe ese potencial conflictivo, pero ambas partes,<br />

empresarios y sindicatos, entienden que es mejor para ambos llegar a gobernar las relaciones<br />

laborales desde la rutina de la negociación, alejando los sobresaltos del conflicto.<br />

Durante la estación de los grandes pactos, la huelga apenas es protagonista de las negociaciones<br />

de los convenios colectivos.<br />

La huelga sí es un acontecimiento frecuente en el tráfago de las transformaciones y<br />

metamorfosis de las empresas, que lleva aparejado la destrucción de empleo en las mismas.<br />

Con un marcado carácter defensivo, la huelga aquí es más una manifestación de resistencia<br />

que un medio para conseguir mejores condiciones de trabajo. Su convocatoria se inscribe<br />

en un protocolo que terminará con la destrucción de los puestos de trabajo y la salida<br />

de unos cuantos trabajadores del mercado de trabajo con carácter definitivo, merced a las<br />

prejubilaciones o el aparcamiento en el desempleo de larga duración. Se asocia por tanto a<br />

situaciones de degradación o de desmoronamiento del empleo estable y sus garantías,<br />

como síntoma que los acompaña.<br />

La huelga además suele ser cosa de tres, y no una relación bilateral de conflicto. Su configuración<br />

triangular es posiblemente una de las constantes de la cultura sindical de<br />

CC.OO. Por un lado porque se parte de la comunicabilidad entre los espacios de acción<br />

sindical y la trascendencia de cualquier conflicto laboral hacia una dimensión general o<br />

global que compromete la solidaridad del sindicato y que, necesariamente, desemboca en<br />

una perspectiva política. Viene de lejos esta visión de las cosas, posiblemente de la costumbre<br />

de la politización de las huelgas que tanto denunciaban los medios de comunicación<br />

franquistas, pero ello no quiere decir que esta forma de ver esté equivocada.<br />

Por una parte, porque cualquier huelga, por limitado que sea su ámbito, requiere como<br />

condición de su eficacia un cierto espacio de visibilidad social, lo que implica involucrar a<br />

sectores de la ciudadanía en la esfera de actuación del conflicto. Es decir, que se ha venido<br />

percibiendo como un elemento necesario para que la huelga despliegue toda su eficacia que<br />

el conflicto debe hacerse visible a los ciudadanos y al poder público. En muchas ocasiones,<br />

además, esta demostración o exhibición ante la ciudadanía del conflicto viene a compensar<br />

las dificultades que la huelga tiene de desorganizar efectivamente la producción de la<br />

empresa o en obtener la paralización de su actividad. Naturalmente que esta manera de<br />

enfocar las relaciones de conflicto repercute en las prácticas concretas del mismo, revalorizando<br />

de manera muy efectiva el piquete de masas y en general la manifestación de traba-<br />

GACETA206 SINDICAL

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