publicación - CCOO
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JOSÉ MARÍA FIDALGO VELILLA<br />
país y en cualquier otro. De ahí nació el derecho del Trabajo, la Seguridad Social y la libertad<br />
de asociación sindical. Entendiendo las razones de quienes quieren forzar, en cualquier<br />
cambio, la mano del legislador a su favor (contratación individualizada frente a contratación<br />
colectiva o gestión privada en vez de pública del ahorro forzoso que compone la base<br />
financiera de la Seguridad Social) hay que decir sin sonrojo ni miedo a errar que los legisladores<br />
democráticos producen en general cambios funcionales a la estabilidad, precisamente<br />
por su calidad de electos y elegibles por una sociedad abierta, no estamental, con<br />
voto universal.<br />
Es en estas sociedades democráticas y abiertas donde los trabajadores se han convertido<br />
en ciudadanos. No sólo donde han mejorado sus condiciones de trabajo, sino donde se han<br />
convertido en ciudadanos. Fue en la sociedad aun estamental donde la organización de los<br />
trabajadores instituyó asociaciones obreras para negociar colectivamente sus condiciones<br />
de empleo. Obtienen una respuesta que contradice el espíritu liberal del «laissez faire»,<br />
basado en el abstencionismo del Estado por la reconocida «igualdad entre las personas»: la<br />
reglamentación de condiciones de trabajo y la inclusión de mínimos de protección social.<br />
La presión del movimiento obrero organizado es la que, en los Estados democráticos<br />
modernos, promueve la constitucionalización de estos derechos sociales (contrato de trabajo,<br />
Seguridad Social, negociación colectiva) y convierte formalmente a los trabajadores<br />
en ciudadanos. Hoy somos herederos consecuentes de los que se organizaron y consiguieron<br />
estos objetivos, cuando decimos que nuestro futuro como sindicato está vinculado a la<br />
senda que nos trazaron: convertir reivindicaciones y conquistas laborales en reivindicaciones<br />
y logros de interés general.<br />
Los mismos que cíclicamente predican la rigidez, la inutilidad e incluso la peligrosidad<br />
del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, predican la obsolescencia del movimiento<br />
sindical. Ellos saben, como nosotros, que es la existencia de un sindicalismo vigoroso la que<br />
generó estas instituciones y es hoy su mejor garante. Son los que piden que retroceda el<br />
Estado y avance la sociedad. ¿De qué sociedad hablan? ¿En nombre de qué intereses? Son<br />
intereses evidentes, la apropiación oligopólica de una gran parte del producto social. Su<br />
«sociedad» no es tan evidente ni tan visible. Por lo tanto ellos la saben no viable. Sin<br />
embargo «nuestra» sociedad, la que proyectamos, sí es viable. Y ellos lo comparten.<br />
Admitamos que hay intereses, como los que ellos evidencian. Y que, como tantas veces<br />
se dice, son legítimos. Son legítimos también los que no son de ellos, los que pretenden, sin<br />
atentar contra la estabilidad ni contra la seguridad garantizadas por la constitución democrática,<br />
otro destino, algo diferente, del producto social. Admitamos (y nosotros lo creemos<br />
porque lo hemos ejercitado) que una sociedad civil fuertemente organizada es un buen<br />
GACETA22 SINDICAL