publicación - CCOO
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ción de que ese aspecto fundamental de la razón de ser de un sindicato no se ha desarrollado<br />
entre nosotros tanto como hubiera sido necesario, sin que la culpa sea sólo debida a<br />
obstáculos externos.<br />
¿Cómo se explica que un movimiento de base, muy atento a las reivindicaciones de los<br />
trabajadores en las empresas y que hacía de los convenios colectivos bandera para su propio<br />
desarrollo y para la erosión de los sindicatos franquistas, haya prestado menos atención<br />
de la necesaria a este instrumento básico?<br />
Aunque la respuesta a una pregunta semejante merecería un matizado análisis, cabe<br />
decir que a la matriz, digamos laboral, de la etapa inicial de aquel movimiento, le sucedió<br />
después, no de golpe pero sí con cierta celeridad, un más marcado carácter de oposición,<br />
no sólo a los sindicatos verticales sino al propio régimen. A esa evolución contribuyó, entre<br />
otros motivos, la incapacidad del sistema imperante para asumir reivindicaciones genuinamente<br />
obreras y, por el contrario, tender a frenarlas mediante la represión, que a su vez<br />
fue haciéndose progresivamente más dura.<br />
Consecuencia de todo ello fue que para las Comisiones Obreras las reivindicaciones<br />
laborales propias de cualquier convenio colectivo, aunque se elaboraban con la doble<br />
intención de que sirvieran para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores y para,<br />
sobre todo, estimular la movilización de éstos, en la práctica se convertían en un medio<br />
necesario para obtener un fin fundamental: erosionar al régimen.<br />
Lo adjetivo o circunstancial eran las reivindicaciones laborales. Lo sustantivo era la<br />
movilización de los trabajadores. No por casualidad nos veíamos a nosotros mismos como<br />
un movimiento sociopolítico y no como un sindicato.<br />
Hago aquí un paréntesis para señalar que, ya en democracia, ha sido recurrente en nuestro<br />
sindicato escuchar voces críticas denunciando que «movilizamos poco». Posiblemente<br />
detrás de esa crítica, aparte instrumentaciones ligadas a pugnas internas, puede también<br />
haber influido esa cultura de fomento de la movilización que se corresponde con nuestro<br />
pasado. En realidad, nuestra asignatura pendiente durante mucho tiempo, una vez asentada<br />
la democracia, no ha sido la insuficiencia de voluntad movilizadora sino, por el contrario,<br />
nuestra limitada disposición para traducir en negociaciones, acuerdos y compromisos<br />
nuestro potencial y real poder movilizador.<br />
El salto adelante<br />
JULIÁN ARIZA RICO<br />
En 1962 se produjo un fuerte movimiento huelguístico iniciado en la minería asturiana,<br />
con repercusiones diversas, entre ellas un manifiesto de intelectuales denunciando<br />
GACETA56 SINDICAL