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publicación - CCOO

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Decía el historiador James Cronin (1992) que las fases alcistas de los ciclos económicos<br />

largos daban lugar a profundas remodelaciones de la clase trabajadora. Estas remodelaciones<br />

proceden de la emergencia de sectores, tecnologías y métodos de organización<br />

del trabajo nuevos y suponen la aparición de nuevas comunidades –en cuya gestación suelen<br />

mediar procesos migratorios–, relaciones sociales y culturas obreras también nuevas.<br />

Debemos añadir que las culturas obreras incluyen estilos de militancia, formas de acción<br />

colectiva y modelos organizativos.<br />

A partir de este esquema de Cronin puede comprenderse muy bien el origen y desarrollo<br />

de Comisiones Obreras durante la dictadura franquista. Porque, en efecto, las Comisiones<br />

Obreras aparecen en el contexto del crecimiento de la economía española que tiene<br />

lugar a partir del comienzo de los años cincuenta. Este crecimiento se basó en un rápido<br />

proceso de industrialización que se acelerará durante los años sesenta, así como en una<br />

mayor integración internacional de la propia economía. La industrialización de los años<br />

cincuenta y sesenta tuvo un carácter territorial desigual, de manera que la nueva industria<br />

se localizó sobre todo en la cornisa cantábrica (especialmente en Euskadi), Cataluña y el<br />

arco mediterráneo, además de en Madrid. Desde el punto de vista sectorial también emergieron<br />

nuevos enclaves, como la química y los diversos subsectores metalúrgicos, tales<br />

como la siderurgia, el automóvil, los bienes de equipo o la construcción de aparatos de uso<br />

doméstico.<br />

La demanda de mano de obra necesaria para estas nuevas industrias se satisfizo<br />

mediante la expulsión de fuerza de trabajo en la agricultura, en donde se estaba produciendo<br />

un paralelo proceso de capitalización. De este modo, si en 1950 la agricultura y la<br />

pesca absorbían el 50,5 por ciento de la población activa española, en 1970 sólo representaban<br />

el 22,8 por ciento. Mientras tanto, la industria manufacturera y la construcción<br />

habían crecido desde el 24,8 por ciento hasta el 36,5 por ciento. La redistribución de la<br />

mano de obra también afectó a los servicios, pero de manera que sólo el comercio creció<br />

6,3 puntos en términos relativos. Mientras tanto, los transportes y las comunicaciones, así<br />

como el resto de los servicios, en 1970 apenas representaban un punto más de lo que significaban<br />

dentro del conjunto de la población activa, no ya veinte años atrás, sino en 1930.<br />

Es decir, lo verdaderamente nuevo era el crecimiento de la manufactura y subsidiariamente<br />

de la construcción, como ocurre en los procesos de urbanización asociados al crecimiento<br />

industrial (Carreras, 1989).<br />

Nueva y también más numerosa era la resultante clase obrera industrial, dado que los<br />

procesos en curso significaron una proletarización de la mano de obra, como se deduce del<br />

incremento de la tasa de asalarización de la población activa en esos años que osciló, según<br />

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