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publicación - CCOO

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Estamos bastante habituados, al menos en nuestro país, a ver cómo se ponen en solfa<br />

determinadas instituciones o políticas, cada vez que se afronta la necesidad o posibilidad<br />

de su reforma. Así ocurre, por ejemplo, cuando se aborda una reforma de algunas<br />

modalidades del contrato de trabajo, alguna faceta del Sistema de Pensiones de la Seguridad<br />

Social o el modelo de relaciones laborales que se conoce como «negociación colectiva».<br />

Estas instituciones, del llamado Estado Social, son, paradójicamente, objetos de reforma<br />

por la importancia de su durabilidad y no por su predicada obsolescencia. De hecho, tienen<br />

una prolongada historia en nuestro viejo continente y, como hemos dicho muchas<br />

veces, han sido pilares de cohesión y de estabilidad.<br />

Surge el derecho del trabajo por un proceso de diferenciación jurídica, ya que ni el derecho<br />

romano ni el civil daban al Estado capitalista de corte liberal técnicas jurídicas para<br />

regular los conflictos entre trabajo y capital cuando se generalizaba el trabajo libre y, sin<br />

embargo, prestado en una organización productiva cuyo gobierno se atribuye al empresario.<br />

Con la misma función estabilizadora y pacificadora, tanto en el ámbito económico<br />

como en el social, surgen los sistemas de Seguridad Social (prolongación de la capacidad<br />

de consumo más allá de la relación asalariada y seguridad de las personas) que se convierten<br />

en un paquete de derechos subjetivos de ciudadanía, cuyo disfrute en unos casos sigue<br />

anclado en la relación laboral (cotizaciones sociales) y en otros en la mera pertenencia a una<br />

comunidad política (impuestos generales).<br />

El sistema de relaciones laborales, basado en la práctica de la negociación colectiva, se<br />

compone de bases jurídicas e institucionales para armar la reglamentación del conflicto<br />

capital/trabajo y dar racionalidad positiva a la conjunción del esfuerzo del trabajador por<br />

mejorar su situación y de la empresa por ganar cuota de mercado.<br />

Cada vez que se aborda una reforma, aunque nimia, de alguno de estos capítulos del<br />

ordenamiento jurídico se predica con virulencia su rigidez, su obsolescencia y su inoperatividad,<br />

como causas del desastre de la economía, nada evidente por otra parte, y de la generación<br />

de una sociedad sin impulso, rehén y dependiente del sector público y de la política.<br />

Ni una ni otra cosa son verificables. Nuestra economía ha dado un gran salto y mantiene<br />

tasas de crecimiento superiores a la media de las de las economías de nuestro entorno y<br />

nuestra sociedad –incluyendo trabajadores y empresarios– ha dado pruebas de suficiente<br />

dinamismo y capacidad de transformar el país, eso sí, desde que el sistema político democrático<br />

les ha permitido jugar libremente con sus aptitudes y capacidades. Porque para<br />

optimizar capacidades hay un ingrediente básico e inexcusable: la libertad.<br />

Ha sido la libertad, la democracia formal, y no otra, la semilla del progreso en nuestro<br />

GACETA21 SINDICAL

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