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publicación - CCOO

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ANTONIO GLT.ÉRREZ VEDARA<br />

ción que tenga el día de su realización, sino la expresión de un fracaso en el intento de supe-<br />

rar una situación injusta mediante el diálogo. Pero al mismo tiempo ha sido, es y será tam-<br />

bién el catalizador de nuevos progresos para quienes no quieran instalarse en la injusticia o<br />

en la intransigencia permanentemente. La del 14—D obtuvo un extraordinario respaldo,<br />

pero su éxito tardó en llegar año y medio. Hasta que volvimos a componer una mesa de<br />

negociación con el gobierno y resolvimos por acuerdo las reivindicaciones que nos lleva-<br />

ron a la huelga y algunas más. Entre éstas, por cierto, el derecho de los empleados públicos<br />

a negociar sus retribuciones y condiciones de trabajo. Vulnerado por el gobierno del Partido<br />

Popular al congelar sus salarios en 1997 y vuelto a cuestionar ahora con su negativa a<br />

negociar la aplicación de la reciente sentencia de la Audiencia Nacional.<br />

Aún se producirían dos choques más con el gobierno del PSOE por asuntos que toda-<br />

vía están por resolver al día de hoy. Sin negociación ni aviso previo, el gobierno aprobó<br />

un decreto en la primavera del 92 por el que se recortaban drásticamente las prestacio-<br />

nes del seguro de paro. Casi simultáneamente presentaba también un proyecto de Ley<br />

de Huelga muy restrictivo e igualmente sin el acuerdo sindical. Por ambas razones se con-<br />

vocó a otro paro general para el 28 de mayo, aunque esta vez de sólo media jornada de<br />

duración. El gobierno se tomó varios meses para responder a la solicitud de nego-<br />

ciaciones girada por los sindicatos tras la protesta. El «decretazo» —forma en que fue bau-<br />

tizado el decreto reductor del seguro de paro— no hubo manera de negociarlo para sua-<br />

vizar sus efectos sobre las personas que habiendo cotizado a la contingencia de desem-<br />

pleo se encontraban de pronto en el paro a consecuencia de la recesión del 92 y some-<br />

tidos a nuevos requisitos para acceder al desempleo, que en muchos casos ya no podían<br />

reunir yen otros suponían una fuerte reducción de la cuantía a percibir y del tiempo por<br />

el que la podrían obtener. Entre sus consecuencias —agravadas aún más por otro recorte<br />

introducido en la Ley de Acompañamiento de los Presupuestos Generales del Estado<br />

para 1994—está la de tener alrededor de 300.000 personas en paro de larga duración con<br />

responsabilidades familiares y sin seguro de paro ni subsidio asistencial. Los gobiernos<br />

del PP se han negado también a negociar una reforma del sistema de protección al<br />

desempleo sugerida por los propios sindicatos, que sin ánimo de mirar al pasado lo sincronice<br />

mejor con las políticas activas de empleo y gane en equidad atendiendo las pecu-<br />

liaridades de los distintos colectivos laborales que padecen el desempleo. Además de<br />

hacer caso omiso a las propuestas sindicales, ha utilizado este capítulo del gasto para ajus-<br />

tar el déficit público en varios ejercicios. Primero para cumplir con los criterios de con-<br />

vergencia monetaria y después para cuadrar el saldo presupuestario. El resultado final es<br />

una aportación nula del Estado a la protección por desempleo y la utilización de un supe-<br />

GACETA 78 SINDICAL

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