publicación - CCOO
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SINDICATO Y SOCIEDAD<br />
¿No están creados los instrumentos sindicales internacionales para poder ver todo el planeta<br />
con una sola mirada solidaria y actuar coordinadamente? ¿No somos capaces de ver<br />
posibles sinergias o conjunción de intereses para que la dignificación y cualificación del trabajo<br />
sean indisolubles entre unos y otros estados, empresas y nuestras organizaciones?<br />
Pero todo ello requiere esfuerzo. Es el esfuerzo que siempre requiere la acción autónoma.<br />
Como fue la de nuestros ancestros, los que viajaban en «tercera» y camuflados a las<br />
reuniones de las Internacionales y que coordinaban luchas por una jornada justa, un salario<br />
digno y un seguro de vejez y de accidente de trabajo en todo el planeta. Este esfuerzo es<br />
también autónomo. No bastará, como no bastó, esforzarse en que otros hicieran. Esto no<br />
es un cambio de tono en esta reflexión, ni siquiera un llamamiento a la militancia sindical,<br />
siempre conveniente, es una indicación de que, tal como dije, descubrir en los cambios las<br />
oportunidades y actuar colectivamente de forma autónoma es la receta sindical básica<br />
desde nuestros orígenes. ¿Alguien tiene otra?<br />
Creo que le falta al movimiento sindical, en estos momentos, no experiencia ni capacidad<br />
de análisis, sino consciencia de su mismo poder y de su centralidad en este aparente<br />
ovillo. El trabajo, el capital humano, es la principal riqueza del mundo desarrollado. Del<br />
tercer mundo, esquilmado, lo que le quede, si algo queda, de las materias primas. Si el<br />
movimiento sindical como representante de esa riqueza y, al tiempo, de la mayoría social<br />
asalariada del planeta ejerce bien su función de representación de intereses será no sólo un<br />
poder fáctico cuantitativo, sino cualitativo, un prescriptor social, en un mundo donde la<br />
sociedad civil organizada por intereses será central en el diseño del futuro. Ya lo es el mundo<br />
de la empresa. Hoy las empresas articulan tanto o más la sociedad que los representantes<br />
políticos. Lo ha sido –lo hemos contado– el movimiento sindical y está siendo llamado a<br />
serlo de nuevo. La sociedad abierta no es sociedad desarticulada. No mueren los intereses.<br />
Cuando en nuestro país el gobierno convoca a sindicatos y empresarios para hablar de<br />
poner algo de orden en la inmigración masiva y descontrolada –otro fenómeno vinculado<br />
a la globalización–, lo hace no porque abomine de la explotación, del trabajo ilegal o de la<br />
economía sumergida, que sin duda abominará, sino por los riesgos de deslegitimación política<br />
que conlleva la extensión de esta lacra como «competencia desleal», «caída de la recaudación<br />
de Hacienda y Seguridad Social» o «marginación, inseguridad y conflicto». Somos<br />
un regulador reconocido y un prescriptor de opinión. Cuando el gobierno intenta pactar<br />
reformas laborales o de políticas sociales con el sindicato será porque reconoce la dificultad<br />
de autonomizar la política de la sociedad civil. Nuestro único error estará en no saber<br />
valorar el porqué de esta atribución de responsabilidades. Nuestro delito estaría en querer<br />
representar a los trabajadores sin asumir responsabilidades. Eso sería una impostura.<br />
GACETA25 SINDICAL