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publicación - CCOO

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JOSÉ BABIANO<br />

Por añadidura, en un movimiento amplio como eran las Comisiones Obreras, existían<br />

diferentes grados de lealtad. Cuando la represión se acentuó, un sector de los enlaces y de<br />

otros trabajadores comprometidos que, careciendo de adscripción política, habían dinamizado<br />

las Comisiones durante los años anteriores, se retiraron de la escena. Esto hizo a las<br />

Comisiones más dependientes, en términos de liderazgo y de soporte de la estructura organizativa,<br />

del Partido Comunista y en la medida en que tenían una presencia significativa,<br />

de los otros grupos minoritarios de la extrema izquierda surgidos a finales de los años<br />

sesenta y a comienzos de los setenta.<br />

Aunque a lo largo de 1969 hubo algunos síntomas de recuperación de las movilizaciones,<br />

especialmente con la ruptura del tope salarial del 5,9 por ciento en la negociación de<br />

diversos convenios en Cataluña y el País Vasco, sería a partir de 1970 cuando los niveles de<br />

conflictividad obrera volverían a intensificarse. Efectivamente, si se toman una vez más los<br />

datos del Ministerio de Trabajo, se observa que en 1970 se registraron 1.595 conflictos<br />

colectivos. Esta cifra era casi el doble del total de conflictos habidos en 1968 y 1969, que<br />

fueron respectivamente 351 y 491. Luego, en 1971, 1972 y 1973 el número de conflictos<br />

no llegaría a los niveles de 1970, sin embargo en cada uno de estos tres años hubo siempre<br />

más huelgas que en cualquier año de la década de 1960 y además con un carácter creciente<br />

(616 en 1971; 853, en 1972 y 931 en 1973). Por fin, en 1974 tuvo lugar un nuevo repunte<br />

histórico de la actividad huelguística, cifrada en 2.290 conflictos colectivos. El papel de las<br />

Comisiones Obreras volvió a ser central en este ascenso de las movilizaciones y nuevamente<br />

la negociación colectiva hizo de detonante en la mayor parte de los conflictos. Sin embargo,<br />

la conflictividad obrera presentó en estos primeros años setenta algunas características nuevas<br />

en relación a la pasada década. En primer lugar, desde el punto de vista territorial algunas<br />

provincias se incorporaron al grupo de las más conflictivas, como Navarra, Álava, Pontevedra<br />

(por Vigo) o La Coruña (por Ferrol). Otras serán por primera vez escenario de<br />

diversas huelgas, como Valladolid. En segundo lugar, aunque los metalúrgicos continuaron,<br />

junto a los mineros, teniendo un peso muy notable en las movilizaciones, las huelgas<br />

comenzaron a ser masivas en otras ramas de actividad. Tal fue, sobre todo, el caso de la construcción,<br />

además del transporte y de la banca, así como otros sectores de cuello blanco<br />

como la enseñanza o la sanidad (Molinero & Ysàs, 1998).<br />

Las movilizaciones de estos primeros años setenta también se caracterizaron por una<br />

mayor radicalización. De ese modo, las huelgas y otras movilizaciones tenían un carácter<br />

netamente antirrepresivo y de solidaridad. Al mismo tiempo, se extendieron las asambleas<br />

de fábrica como órgano de decisión en los conflictos y en algunos casos en los que el jurado<br />

carecía de un carácter combativo se forzó la negociación a través de la Comisión Obrera.<br />

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