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lidad de ayudarla, de tenerla a mi lado, de escuchar su voz de<br />
cría. Era feliz.<br />
La encontré sentada en un banco con la cabeza entre las manos;<br />
me senté a su lado.<br />
—Hola.<br />
—(Se da cuenta de mi presencia. Se abraza a mí). Hola. (Tiene<br />
los ojos húmedos).<br />
—¿Qué te pasa? ¿Puedo ayudarte?<br />
—Estoy con un mono horrible, pero no quiero meterme nada.<br />
—¿Quieres dejarlo?<br />
—Sí, pero no sé. No puedo. (Se abraza con fuerza a mí).<br />
—Yo te dije que si querías te ayudaría. ¿Quieres que te ayude?<br />
(La miro).<br />
—(Me mira y asiente con la cabeza. Está preciosa. Quisiera<br />
comerla a besos. Soy consciente del lío en el que me estoy metiendo).<br />
—Venga. Vamos a casa.<br />
Vinimos a casa y llamé a Fernando por teléfono; es psiquiatra<br />
y amigo, un viejo compañero del colegio. Le dije que necesitaba<br />
verle. Fuimos a su casa y nos explicó todos los detalles de lo que<br />
teníamos que hacer; me miraba extrañado. En un momento que<br />
Sofía no estaba le conté brevemente la historia. Me dijo que me<br />
estaba metiendo en un lío; luego se quedó pensativo, y añadió:<br />
“bueno, creo que el lío merece la pena; es una chavala majísima;<br />
cuenta conmigo para lo que quieras”.<br />
Visita a la farmacia de guardia, y hemos venido a casa. Sofía<br />
se ha quedado dormida. Llevaba varios días sin dormir, y los calmantes<br />
le han hecho efecto. Soy feliz pensando que voy a acostarme<br />
a su lado. Procuraré no despertarla.<br />
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