Officium Veneris - Telecable

Joaquín estuvo de acuerdo con mi plan. Había que ponerlo en
marcha ya y vine para casa.
Cuando abrí la puerta. Sofía salió corriendo a recibirme.
—¿Qué ha pasado? ¿Quién tuvo el accidente?
—(La miro, está preciosa, pero veo en ella a alguien que no
conozco: una niña idiota de Madrid que me está haciendo la cama
sin saberlo). No le ha pasado nada a nadie, gracias a Dios. (Me
quedo mirando para ella un momento). Lo sé todo.
—¿Qué sabes? (La miro. Está asustada. Hay miedo en su rostro).
Pues pasa que eres una grandísima embustera, y que estás
aquí mandada por un hijo de puta que quiere acabar conmigo.
—Eso no es verdad.
—Lo sé todo, guapa. Ahora te vas a ir de aquí, porque después
de lo que sé que me ibais a hacer no quiero verte delante, y le vas
a decir a tu hermanito que la policia lo sabe todo. Que mueva un
dedo, y vuelve al trullo ya. Díselo bien clarito. Y ahora vete. (La
miro con despecho, y me meto en el salón cerrando la puerta detrás
de mí).
Estábamos en la encrucijada. En el mejor de los casos posibles,
ahora el ratoncito debería empezar a dar vueltas al laberinto
de sus emociones enfrentadas. Yo sólo tenía que esperar. Me senté
y encendí un cigarro. A través del cristal de la puerta, vi que entraba
en el dormitorio. Pasaron veinte minutos. Fumé varios cigarros.
Por fin vi que salía del dormitorio con una bolsa de viaje en
la mano. La dejó en el suelo en el recibidor. Entró en el salón.
—Adiós Carlos. (Al mirarla veo a otra persona; algo que antes
era infantil en sus ojos tiene una decisión que me asombra; por
primera vez veo en ella a una soberbia mujer, aunque trato de parecer
indiferente).
—Dile a tu hermano que el plan fracasó. Respecto a ti, te aseguro
que no te guardo rencor. Yo sé que tú no eres la mala de la
película. Venga. (Levanto la mano en un gesto de despedida, y
miro para otra parte).
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