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Gonzalo y Beatriz son la otra cara de la moneda. Él es un<br />
hombre super–responsable de cuarenta y dos años, y vive para su<br />
trabajo, que hace con una perfección insufrible. Aparte de ello, su<br />
vida es su familia. Beatriz ha resultado ser lo que para entendernos<br />
podíamos llamar una golfa, y este termino para mí no tiene<br />
ningún sentido peyorativo; ella simplemente necesita sexo y lo<br />
busca, y está perdida en un laberinto amargo, porque quiere profundamente<br />
a Gonzalo y a las nenas, y por nada del mundo los<br />
dejaría. Gonzalo lleva el asunto mal, pero lo lleva; vive para su<br />
trabajo y sus hijas, y ha conseguido que no le importe demasiado<br />
que Beatriz haga con otros las guarrerías que, según los códigos<br />
de esta sociedad, debería hacer sólo con él. Yo le quiero entrañablemente<br />
porque me recuerda a mí mismo hace sólo unos pocos<br />
años en una de mis últimas parejas abominables. Los dos reaccionamos<br />
de formas diametralmente opuestas ante una situación parecida;<br />
—sólo parecida; no habiendo niños, el “adiós, muy buenas”<br />
es una solución perfecta—.<br />
Creo que la pareja fácilmente nos lleva a situaciones tan sórdidas<br />
como la que viven Beatriz y Gonzalo, y que el caso de Rosario<br />
y Manolo es bastante excepcional; incluso en este creo<br />
descubrir a veces una ligera envidia de la libertad en que yo vivo.<br />
El problema es que todos actúan como si todo esto fuera inevitable,<br />
y este fuera el único de los mundos posibles. Eso sería terrible,<br />
porque a la vista está que la complejidad de la sexualidad<br />
humana no cabe en ese cercadillo; pero creo sinceramente que no<br />
es así. Acabo de releer mi poema sobre la experiencia del vacío, y<br />
sigo teniendo la impresión de que nuestro destino es algo abierto,<br />
moldeable; intuir la madeja de senderos que el ser nos ofrece<br />
desde su oscura alma de azar sigue siendo para mí una experiencia<br />
mística. Las fluctuaciones que laten en el seno de lo real hacen<br />
todo posible, lo más sublime y lo más aborrecible. Pienso que eso<br />
es la vida; un amargo abismo de senderos infinitos es su cara y su<br />
cruz. Gobernar ese vértigo, y sacar el fruto de esa realidad fluc-<br />
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