Officium Veneris - Telecable

—¡Ay, qué preguntes tienes! Hailos que de mano danme asco,
pero cuando me meten toda esa carne pa dentro, júrote que dame
igual; ye una locura lo que siento.
Se hizo invencible la tentación de gritar a todo el mundo el
mensaje que mi experiencia me había regalado; de ese intento nacieron
mis poemas. Sentía profundamente que la revelación era
capaz de trastocar todos los valores absurdos que prevalecen en
esta sociedad y llevar las conciencias hasta un vértice de perplejidad
y de duda que hace todo posible.
He leído otra vez el párrafo anterior, y temo estarme pasando,
pero hay algo que creo que es claro. Para alguien como yo que
vive intensamente el sexo, es posible una experiencia cargada de
intensidad y que supone un serio cuestionamiento de los esquemas
previos de funcionamiento de la mente. Así fue en mi caso. El
ensimismado soñador que perpetuamente buscaba criaturas angelicales
que dieran sentido a su vida a través de enamoramientos
salvajes; el perpetuo amargado, constructor de mundos quiméricos
siempre en otra parte, siempre para otra gente, en un futuro
que lo redimiría todo; todos esos seres murieron en las líneas del
mándala que dibuja con precisión los contornos de la diosa que es
una cerda. Es sólo mi experiencia, y no debería generalizar, pero
tengo la impresión de que muchos espíritus agónicos que estropean
sus vidas y las de los que les rodean atormentándose con
paraísos soñados, mejorarían si pudieran ver esta realidad.
Por la tarde me he entretenido en vagas ensoñaciones. Un proyecto
de vida para un hombre y un esquema de valores, prefiguran
siempre un proyecto de sociedad, y he dejado mi mente divagar
tratando de perfilar cuál sería mi proyecto para la humanidad.
Tengo la sensación de ser una fluctuación dentro del sistema, y mi
deseo me empuja a transformar esa fluctuación en una perturbación
que sea la semilla de un nuevo sistema. Acabo de cambiar de
casa, y esa ha sido una hermosa experiencia de cómo las ideas que
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