Officium Veneris - Telecable

es encantadora. Pues a mí Julia me está volviendo loco. Es un tipo
de mujer que no resisto. ¿Qué mal hay en que un día nos confundamos
de cama? ¿Por qué no hablas con ella?” —se lo dije poco a
poco, en un tono intrigante y libidinoso de confidencia a un
amigo—. Me miró asombrado; no sabía si me estaba burlando de
él. “Mira, Johann, si esto te parece una monstruosidad, lo olvidamos,
pero yo creo que es una buena idea”. Se quedó pensativo.
Me temo que sus neuronas lubricadas por el alcohol estaban trabajando
frenéticamente; preguntó: —“¿Sofía está de acuerdo?”. Le
respondí con un movimiento de cabeza. Siguió pensando un rato y
respondió: —“Bien, yo estoy también de acuerdo, pero hay que
convencer a Julia”. —“¿Quieres que hablemos de eso? Puedo
darte alguna idea”. —“No te preocupes, sé lo que tengo que decirle”.
Se levantó e iba a marchar; le agarré por el brazo. —“Si
ella está de acuerdo, llámame y vamos a vuestra habitación”.
—“OK”.
Esperé un rato, bajó Sofía, tomamos algo, y de repente llegó el
camarero con el teléfono: “OK Carlos, she agrees. We wait for
you”. Le guiñé un ojo a Sofía. “Vamos”.
Arriba la cosa estaba fea. Me dio la impresión de que Johann
había recurrido a algún chantaje sórdido para convencer a Julia.
Ella estaba afectada, nerviosa y guapísima. Sofía y yo habíamos
decidido que ella cortejaría directamente a Johann, y yo a Julia
—política de hechos consumados—, así que tras entrar y saludar a
Johann, yo ya sólo tuve ojos para Julia, a la que dediqué el galanteo
más elegante de que fui capaz.
—Estás preciosa, Julia, preciosa de verdad.
—Kgacias. Eges muy amable. (Sonríe levemente, pero se ve
que está tensa). No sé si voy a poder, Carlos. Esto es muy difícil
para mí.
—No pasa nada, Julia. Si quieres lo dejamos. No pasa nada;
pero hay una cosa que quiero contarte. Llevo dándole vueltas
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