Officium Veneris - Telecable

17 de Noviembre
❧ SEXO
L a
puerta del Paraíso, o del Infierno. Adoro la feminidad. Estéticamente,
una mujer hermosa es todo para mí. No, no es
cierto, no es todo; eso sería poco. Es lo que trasciende todo, lo que
ilumina todo, lo que le da sentido a todo. Una mujer hermosa, la
mujer hermosa, cualquier mujer hermosa. He entendido y asimilado
que soy así, y lo declaro sinceramente; esa es mi religión en
este país con libertad de cultos; ahí descubro yo lo otro en el ser,
lo completamente otro, lo que ilumina el sentido como un rayo en
un cielo despejado, como una zarza ardiendo. El problema es que
la intensidad de la revelación es tal que allí sucumbe todo, hasta
los mismos signos que hicieron posible el milagro. Todo está vacío,
y entonces abrimos los ojos por primera vez, y comprendemos.
En esta sociedad el sexo se reprime, se usa como mercancia;
la gente roba, miente por él. No es posible reprimir la sensación de
asco. Un ricachón no mal parecido, como yo, sale de caza y cae en
paracaídas en situaciones terribles. He aprendido a oir las mentiras
y asentir, y tratar de formar una opinión por el lenguaje, la
ropa, los gestos, las cicatrices; un sano ejercicio para la mente,
pero a veces insoportable. Fue hace dos meses cuando recogí a
Teresa en la calle. La historia que me contó hablaba de una mujer
hundida en la marginalidad, pero eso no encajaba con los vaqueros
planchados, la inmaculada ropa interior. Tras la fachada vi a
una ama de casa en busca de dinero fácil que transformar en cocaína.
Deduje después atando todos los cabos que su marido la
vigilaba, que le era casi imposible escapar, y que en mí pensaba
haber encontrado un mirlo blanco, el objetivo perfecto. Lo deduje
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