Officium Veneris - Telecable

❧ AMOR Y SEXO
Aceite y agua; en esta puta sociedad; al menos mientras tu
mente esté en rodaje; la mezcla es explosiva en manos inexpertas.
Si una mujer te atrae, mejor que te caiga antipática. Si una chica es
dulce y maravillosa, mejor que tenga algo demasiado pequeño o
demasiado grande. Cuidado con las miradas de tierna indefensión,
tan femeninas. El objeto es la fusión con el objeto que nos seduce,
y el desnudamiento de su esencia. Que esa fusión sea estética, visual,
metafísica; que sea real, pero en función de tu esquema, no
del que teje el laberinto. Que no sea una trampa en la que mueras
como un perro.
La vanidad es otro despeñadero. Conozco a muchas personas
a las que obsesiona conseguir éxitos tan estúpidos o ficticios como
el favor de un editor, el halago de cualquier cretino; con esas piedras
intentan construir su dicha. Tanta estupidez me resulta simpática;
sólo un poco grotesca. Yo veo en todo ello un gran complejo
de inferioridad, una enorme inseguridad, y una confianza nula en
el valor real de lo que hacen. Lo más triste es cuando todos estos
sentimientos están justificados, y esa es ciertamente la única y
depri mente felicidad que pueden permitirse. Yo no creo ser vanidoso.
Mi única pretensión, mi único placer es sondear los misterios,
desafiar las tormentas de este mar que es todo mi horizonte,
Officium Veneris.
En una charla ocasional con Manolo insinúo alguna de mis
ideas demoledoras sobre la familia. Cree haber encontrado un argumento
concluyente cuando me dice: “¿Y los niños? ¿Qué haces
con los niños? Eres un egoísta demagogo”. Por un momento siento
que para defenderme tendré que disparar sobre un ejército de indefensas
criaturitas. Esa es la gran trampa y el gran chantaje. Es
terrible que esta sociedad, como casi todas, marque a los niños
desde la cuna por su origen social, y ponga su desarrollo en manos
de esa terrible putrefacción que es la familia. Ahí se reproduce el
desastre. Yo quisiera sentir hasta sus últimas consecuencias a to-
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