Officium Veneris - Telecable

motivo inicial; notas sublimes perdidas en ecos que recorren la
bruma del tiempo.
Todo esto ocurrió ya muchas veces y en realidad su esencia es
el congelado vacío de la muerte.
Había quedado con Joaquín en una cafetería del centro, y
cuando llegué ya estaba él allí; la sonrisa de siempre; un poco menos
de pelo; un poco más de sabiduría en los ojos negros, generosos.
“A ver, ¿quién habla primero?”
No se ha instalado aún. Vive provisionalmente en casa de su
hermano. Le propongo el piso de enfrente del mío que sé que está
en venta. Le cuento cómo es. Le interesa. Queda de pasar a verlo.
Ninguna mujer en su vida en este momento. Hombre de amplia
agenda investiga continuamente mujeres hacederas, y suele
montar unos galimatías memorables. Pero ahora está en fase de
recogida de información; en la Facultad, entre los conocidos. Ya
tiene varios sedales en el agua. Me pregunta y le cuento mi vida.
No aprueba tanta promiscuidad, pero no sabe explicarme muy
bien por qué.
Sobre las mujeres estamos de acuerdo: máquinas de seducir;
peligrosas; irresistibles; son el centro de la existencia.
Pasamos revista a los amigos comunes. Le cuento lo último de
la gente de aquí que hace tiempo que no ve.
Tiene clase por la tarde y se marcha después del café. Queda
de venir a cenar a casa el sábado.
Los reproches de Joaquín a mi vida sexual hacen cierta mella
en mí. Por la noche estoy caliente como un perro, pero no salgo de
caza. Además, mañana hay que madrugar.
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