You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
lengua por la corona y el ojal; luego el cuello y el tronco, siguiendo<br />
el curso de las venas, como estudiando la loca anatomía<br />
del monstruo; por fin la ágil penetración salvaje, a muerte, sintiendo<br />
cómo el balano choca contra el fondo de la boca. La succión<br />
de la boca de Cristina llevó mi vientre a un vértice de placer<br />
extraño, como una deliciosa y cálida humedad que me devoraba.<br />
Miraba entre mis muslos, y sólo veía un rostro de mujer que engullía<br />
algo extática, sin dejar de mirarme, como estudiando mi placer;<br />
entonces ella hacía aflorar el glande entre sus labios, porque<br />
sé que sabía exactamente lo que yo sentía, y quería deleitarme con<br />
la visión del centro justo de nuestro placer compartido, mi glande<br />
húmedo, enrojecido, tumefacto, con un tamaño absurdo que la<br />
saliva de una diosa es capaz de arrancarle; cerré los ojos y me<br />
concentré en la sensación increíble de mi vientre. Mientras mi<br />
bulto recibía aquel homenaje, tenía un dedo alojado en la trastienda<br />
ardiente de Rosa y con la otra mano sopesaba una teta de<br />
Cristina. Sentía que aquella era la última frontera de la felicidad<br />
posible a un ser humano. Mi mente se vaciaba para llenarse del<br />
tacto de placer multiplicado; recité mentalmente sincronizando la<br />
respiración: “Hare Shakti Hare Shakti, Shakti Shakti Hare Hare”.<br />
La divina forma es energía que embriaga nuestros sentidos para<br />
que despertemos.<br />
Al poco rato, no obstante, la conciencia de que las dos mujeres<br />
estaban allí desnudas para mí me hizo regresar al mundo. Sencillamente<br />
no podía resistirlo, y me propuse devolverles la sensación<br />
que me regalaban, tanteando al mismo tiempo los límites de<br />
su belleza. Hubo un momento en que les pedí que alinearan sus<br />
vientres para mí, y sondeé extasiado los cuatro pozos que se me<br />
ofrecían; primero escogiendo uno al azar; luego escuchando la<br />
dulce voz de su desnudez para saber cuál me llamaba con más<br />
fuerza. Ellas obedecían dóciles y gozaban. Llegó el tiempo, después,<br />
de que ellas se regalaran el placer, y fue entonces cuando enhebraron<br />
sus vientres de una forma increíble. Cristina, asumiendo<br />
87