Officium Veneris - Telecable

Lo hice así, y me fijé en su rostro al decir el nombre. No pareció
inmutarse. Me temo que ya se lo imaginaba. Me miró maliciosa.
—Estás metido en un lío.
—Sé que no tengo ningún derecho a pedirte esto, pero tú sabes
que puedes ayudarme. Por favor, ayúdame.
—Yo tampoco puedo ayudarte mucho. Puedo decirte lo que
sé, pero sólo si me prometes que esto será absolutamente confidencial.
Estamos tratando con gente muy peligrosa, (me mira y
creo advertir en sus ojos una sombra de afecto), muy mala.
—Dímelo, por favor.
—(Mirándome). Pues sé que Sofía no es drogadicta, por ejemplo.
La historia que te contó es mentira. Ella vivió aquí tranquilamente
con sus padres hasta hace unos meses que Juan salió de la
cárcel. Ella idolatra a Juan tanto como odia a su padre. Para Juan
es su hermanita; debe ser lo único que quiere en el mundo, aparte
del dinero. Nunca consentiría que se enganchara.
—¿Por qué crees tú que ella ha montado esta película?
—Eso es un plan de Juan, seguro.
—¿A qué se dedica este Juan?
—Hizo una brillante carrera en los bajos fondos de Madrid,
pero un día se pasó y asesinó a un hombre a sangre fría; es un
poco sicópata, sabes; sus abogados consiguieron que lo soltaran a
los pocos años. Ahora es traficante y tiene casas de putas en Madrid
y aquí. Suele hacer que las chicas se enganchen para tenerlas
controladas; un hijo de puta. Si sabe que estoy aquí hablando contigo,
estoy muerta. Hiciste bien citándome así. Tú nunca has hablado
conmigo, ¿entiendes?
—Entiendo. ¿Y la policia no hace nada? Esto es acojonante
—Estos tíos se mean por encima de las leyes; tienen los mejores
abogados; nadie puede con ellos. Ahí tienes al Ubiña, en la ca -
lle.
—¿Y qué coño quiere el Juan ese de mí?
—(Me mira maliciosa). Tú tienes pasta, ¿verdad?
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