Officium Veneris - Telecable

Y.– Estoy de acuerdo contigo. (Recuerdo en este momento mi
disquisición al principio de este diario sobre la mujer perfecta y
me avergüenzo. Veo simplemente que trataba de justificar a la
desesperada lo que era mi forma de vida entonces. Algo de razón
podía tener en cuanto que yo disfrutaba entonces intensamente del
sexo, y una pareja normal hubiera roto con aquello. El problema
es dar con la mujer adecuada). Yo siempre he dicho que el matrimonio
es como el terrorismo; contra una mujer que lo merezca
está justificado, pero son casos excepcionales.
J.– Tu caso está claro. Has tenido la suerte de dar con una cría
que es una ricura; es guapa, tiene buen carácter, lista; lo tiene
todo. Convivir con ella tiene que ser una maravilla.
Y.– Lo es.
J.– Tu único problema es que tú eres un salido de mucho cuidado,
y Sofía te va a cortar las alas. ¿Cómo lleva lo de la pornoteca?
Y.– Mira, el problema es dar con una mujer que te acepte
como eres. Y en ese sentido Sofía es perfecta. Ella ha descubierto
con su intuición algo que yo después de leer toneladas de psicoanálisis
no tenía del todo claro. Lo mío con el sexo nace de un
trauma infantil. A mí puede costarme reconocerlo, pero es así. Eso
no significa que luego no seas una persona muy adulta y muy todo
lo demás, pero lo que hace que te pongas bien tiene su raíz en la
tierna infancia. Sabiendo eso, la solución no es complicada. Ella
sabe que la quiero y que me vuelven loco los coños, y que esas dos
cosas son compatibles e incluso complementarias. No hay problema.
Vemos vídeos juntos y lo pasamos bárbaro. Ella sabe que
ocho años de curas tienen que dejar alguna secuela.
J.– ¡Joder, qué suerte has tenido, cabrón!
Y.– Nada, nada… La suerte hay que buscársela.
J.– Pero es que yo no me la encuentro.
Nos reímos como tontos de la anfibología. La cuestión está
clara, encontrando a Sofía he tenido más suerte que si fuera
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