Officium Veneris - Telecable

14 de Noviembre
Sé que es algo que no debo hacer y no lo volveré a hacer. Discusión
acalorada con mis amigos poetas. Todos contra mí. El
tema: mujeres; no podía ser otro. En el fragor de la discusión, y
sabiendo que es algo muy difícil de digerir, lanzo insinuaciones
sobre lo que para mí es uno de los mecanismos fundamentales de
esta sociedad, el ciclo: mujeres que seducen–hombres amaestrados–pareja–aburrimiento–neurosis.
Protestas acaloradas y generalizadas.
Las mujeres se sienten ofendidas. Los hombres no quieren
entender nada. A la salida, se lo trato de hacer ver a Luis con una
imagen que me parece diáfana: — “¡pero mira alrededor! Todo lo
que ves, toda esta sociedad tecnológicamente compleja que manda
cohetes a la Luna y hace transplantes de corazón, ¿no es a grandes
rasgos el resultado de la competición entre cerebros de hombres
para los que la máxima recompensa es un coño de mujer? ¿No te
dice nada que los chicos disfruten leyendo el As, y las chicas leyendo
el Semana…?”. —“Eso son ideas trasnochadas. Ahora todo
está cambiando muy rápidamente”.
No, nada me haría más feliz, pero me temo que todo no va a
cambiar muy rápidamente. Demasiadas mujeres tienen el gran
negocio montado con la venta del derecho al uso en exclusiva de
su coño, y nadie les va a obligar a cerrar así porque sí. Los hombres
desde luego no vamos a hacerlo, encantados como estamos
con nuestro papel tras cientos de años de domesticación. Parece
mentira que todo el tinglado esté montado sobre una tontería así,
que la nena decida que le apetece jugar con tu cosita; pero no hay
duda posible, nuestra felicidad más íntima —¡manda narices!—,
está montada sobre eso; es el eterno femenino, el amor, la familia,
la remangüeva. No, amigo Luis, me temo que nadie les va a obligar
a cerrar el chiringuito así porque sí. Eso sería un sueño.
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