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Officium Veneris - Telecable

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29 de Noviembre<br />

Beatriz, la mujer de Gonzalo, ha regresado por fin de La Coruña,<br />

donde ha acompañado a su madre convaleciente de una<br />

caída en la que se rompió la cadera. Hoy he cenado en su casa con<br />

Manolo y Rosario. Ha sido una velada agradable, y ahora que me<br />

he puesto a escribir esto, no puedo dejar de dar vueltas en la cabeza<br />

a esta estructura que parece ser la célula básica inevitable de<br />

esta sociedad, la ineluctable pareja.<br />

Rosario y Manolo forman una aparentemente feliz. Ella treinta<br />

años, andaluza y graciosa; él treinta y dos, berciano; casa dos hace<br />

cuatro años, los dos son profesores en nuestro instituto; esperan<br />

su primer hijo. Personas alegres y sociables, su relación parece<br />

constituir la base perfecta para sus relaciones con el mundo: el<br />

trabajo, los amigos, las vacaciones en las que siempre se las arreglan<br />

para conocer sitios increíbles, para hacer amistades. Saben<br />

que ahora el niño les va a cortar las alas, pero cuando se miran y<br />

lo comentan, resulta transparente que ese sacrificio lo va a compensar<br />

con creces la alegría que va a traer para ellos en sus manitas<br />

como un regalo inestimable el renacuajo que se está formando<br />

en el espléndido cuerpo de Rosario. Se quieren y eso salta a la<br />

vista. Cuando Manolo y yo comentamos en el bar del instituto lo<br />

superbuenísima que está alguna torda que anda por allí, el hace<br />

siempre comentarios elogiosos en los que sólo veo una admiración<br />

estética sin sombra de deseo o frustración. Su preocupación<br />

dominante en esos casos es tratar de arreglarme algún plan para<br />

que formalice de una vez. “Chico, tú no puedes seguir así”. Supongo<br />

que tiene bastante razón, pero mi triste experiencia es que<br />

todas mis parejas naufragaron en el mar de la vida cotidiana, y he<br />

tenido que buscar otros caminos. En ello estoy.<br />

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