Officium Veneris - Telecable

15 de Noviembre
❧ MUJER DESNUDA
A lfa
y omega. Los de mi generación crecimos entre tinieblas.
Las chicas no se dejaban; no había ni siquiera pornografía.
Un día, normalmente a los diecimuchos años, conocías a una chica
que te gustaba y a la que gustabas. Surgía un noviazgo. Buscabas
entonces la ocasión de estar con ella a solas en un sitio tranquilo.
No era fácil, pero por fin lo conseguías. Una vez allí, después de
los besos y el magreo sobre la ropa, se planteaba la posibilidad, el
deseo por las dos partes, la urgencia, de la desnudez; y la desnudez,
imaginada, presentida, anhelada, se convertía por fin en algo
visible y tangible. Era el fin de una larga odisea, y algo prodigioso
se revelaba a nuestros sentidos. Recuerdo cuando a mí me ocurrió
esto. Fue en una cala solitaria a las afueras de G., en verano.
Para que ella no quedara completamente desnuda, le sugerí que
se quitara el bañador y se pusiera sólo el vestido, que se abrochaba
por delante. ELLA ESTUVO DE ACUERDO. Fue a un sitio
apartado entre las rocas e hizo la operación. LUEGO VINO A DONDE
YO ESTABA. Volvimos a los besos, y empecé a desabrochar con
manos temblorosas el vestido. Surgieron sus pechos, cervatillos
gemelos asustados, su felpudo trigueño, su grupa generosa y
blanquísima con un lunar en medio de la nalga derecha. Yo lo
acariciaba todo extasiado. ELLA TAMBIÉN ESTABA VISIBLEMENTE
EXCITADA. Entonces entendí que había llegado el momento, y mi
pene erecto surgió del bañador con las ganas de lucha del morlaco
que sale del toril. ELLA LO MIRÓ CON UN GESTO QUE NO LE
HABÍA VISTO NUNCA. ESTABA REALMENTE ASUSTADA. MIENTRAS MI­
RABA MI MIEMBRO SE REFLEJABA EN SU ROSTRO —HABITUALMENTE
IMPASIBLE— UN DESEO FEBRIL. Entonces enseñé a su mano a vestir
y desvestir mi criatura, el baile ritual de su placer. Mientras me
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