09.05.2013 Views

Officium Veneris - Telecable

Officium Veneris - Telecable

Officium Veneris - Telecable

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—“Pero, ¿por qué, vida?”. —“No me gusta”. —“Eso es por que<br />

no lo has hecho lo suficiente”. —“No lo he hecho nunca”. Aquello<br />

acabó de encenderme, y me grité a mi mismo: “esta sale de aquí<br />

enculada o me corto las venas”, pero dije muy suave: —“Mi ra,<br />

vamos a hacer una cosa, lo hacemos muy despacio, y si ves que no<br />

te gusta, lo dejamos”. —“Bueno, vida, pero muy despacín, eh” y<br />

me dio un beso apretado en la nariz, que terminó en un pequeño<br />

mordisco. —“No me hagas daño”.<br />

Se trataba de no hacerle daño, y eso no era complicado. Preparé<br />

cuidadosamente la zona de operaciones con vaselina. Primero<br />

entró un dedito muy despacín como ella quería: —“¡Aaaay!”.<br />

—“Te hice daño, vida”. —“No, pero es una sensación un poco<br />

rara”. —“No seas mentirosa, no es una sensación rara, notas como<br />

si hicieras caca, pero es mi dedo”. —“Pero me da miedo”. —“No<br />

seas boba, acabas de hacer caca y tienes el recto completamente<br />

vacío. No puedes hacer caca. Es mi dedo”. El argumento debió ser<br />

concluyente, porque no volvió a protestar, aparte otro ligero “¡Ya,<br />

pero… Ay!” al meter el segundo dedo. Aunque aquello estaba dispuesto,<br />

no pude resistir la tentación de hacer que jugaran un ratito<br />

mi glande y su ancha y hermosa areola sonrosada; parecían hechos<br />

el uno para el otro. Ella apretaba el esfínter en un último<br />

gesto defensivo, y las estrías radiales se contraían enfurruñadas.<br />

El capullo peinaba los deliciosos pelillos morenos que decoran los<br />

bordes del perineo, como bosquecillos amenos que refrescaran el<br />

camino de la vulva.<br />

Era hora de entrar a misa. Primero el capullo despacito:<br />

—“¡Aaaaay!” —otra vez—. Ya estaba todo hecho, porque el resto<br />

de la criatura ya entraba como si dijéramos por su propio peso. El<br />

abrazo era estrecho y ardiente; difícil de resistir, sobre todo si uno<br />

lleva muchos días sin correrse. El camino del Tao tiene sus<br />

encruci jadas. Allí quisiera yo haber visto a Lao Tzu y Chuang Tzu<br />

—seguro que no hubieran protestado—. Además el culito de mi<br />

nena lo merecía. Entretenido en estas reflexiones me sorprendió<br />

128

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!