Officium Veneris - Telecable

—Pero puede haberlo hecho sin malicia, sólo como un juego
de seducción. Silvia me ha dicho que ella es muy infantil. Su hermano
le habrá dicho que yo soy el hombre perfecto para ella, que
va a ser muy feliz conmigo, pero que yo soy un poco raro, y para
que me guste hay que montar una historia un poco complicada.
Para ella será un juego.
—Es posible; pero se te ve demasiado el plumero. (Me mira
sonriente). ¿Y si ella es una asesina psicópata que en realidad se
ha ofrecido a su hermano para degollarte con sus propias manos?
—Mira, yo eso no me lo creo aunque me lo prediquen frailes
descalzos.
—Te va la vida en ello.
—Me va la vida. Mira, estoy confuso, muy confuso. Es evidente
que ella no es un monstruo, pero tampoco es el ángel que yo
imaginaba. Yo la quiero, o diría mejor que estoy en disposición de
quererla si ella me quiere, si nuestra relación es algo más que un
montaje en el que a ella no le va nada. Se me ocurre una cosa. Hay
que saber lo que piensa, y para ello no hay nada mejor que obligarla
a actuar, ponerla en una disyuntiva.
—Me parece perfecto.
—Yo ahora llego a casa, y le digo…
Le expuse mi plan. Es el tema eterno, cuando una mujer nos
dice que nos quiere, ¿que hay detrás de esas palabras? ¿por qué
una mujer coge un pene y se lo pone en el lugar exacto de la penetración?
Deseamos a la mujer —eso es sólo sexo —, pero deseamos
sobre todo el deseo de la mujer —eso es sexo todavía—.
Todo esto nos lleva a un trato en el que surge la dulzura de profundizar
en ese universo delicioso que ella es. Ya no sólo su cuerpo
nos seduce. Estamos atrapados. Pero para entregarnos completamente
y romper con todo, necesitamos saber a dónde nos lleva esa
entrega, ¿Qué hay detrás de las palabras que pronuncia su divina
boca cuando nos dice que nos quiere? ¿Qué hay detrás de la mano
que lleva nuestro aparato al sitio correcto?
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