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Officium Veneris - Telecable

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Olga empezó a chillar como una loca; no paraba de gritar: “¡Ay,<br />

qué gusto tan grande me da en la rajita!”, y se corrió varias veces.<br />

Después nos besó muy cariñosa, y dijo que quería que todas probáramos<br />

lo mismo. Aceptamos encantadas, y una tras otra pasamos<br />

por la mesa de operaciones.<br />

El ejemplo de Olga nos animaba a disfrutar, y poco a poco nos<br />

fuimos soltando a jugar con los cuerpos de las otras. Cada vez estábamos<br />

más excitadas. Compartíamos las intimidades de nuestro<br />

cuerpo, y nos parecía que estábamos descubriendo algo maravilloso.<br />

Allí aprendí lo diferentes que pueden ser las rajitas. La más<br />

impresionante era la de Olga, que tenía unas ninfas enormes y<br />

morenísimas, sobresaliendo a lo largo de toda la rajita. Yo también<br />

las tengo grandes, pero son más claritas, y además no sobresalen<br />

tanto. Silvia lo tenía todo rarísimo, con unas ninfas que eran muy<br />

largas al lado del clítoris, y luego pequeñitas más abajo. Sandrina,<br />

la pobre estaba toda acomplejada de sus ninfas pequeñas, pero sin<br />

embargo, tenía el surco del culito profundísimo, y alrededor del<br />

agujero tenía una círculo rosado grandísimo y precioso, que todas<br />

le alabamos mucho para que no se deprimiera, la pobre. Cuando<br />

ya estábamos cansadas, y quedamos otra vez hablando relajadas<br />

sobre la cama, Olga nos confesó que todo había sido un montaje.<br />

“Chicas, tenía tantas ganas de organizar una orgía lésbica con vosotras.<br />

He leído en un libro que esto que hemos hecho se llama así.<br />

Tengo que contaros una cosa: al chocolate le eché una china gorda<br />

de costo que el otro día le robé a mi hermano mayor. Una vez que<br />

estaba hablando con sus amigos y yo les escuchaba sin que se dieran<br />

cuenta, oí que decían que eso se llama chocolate al cuadrado,<br />

y que es una cosa flipante del todo. ¿Verdad que lo es?”<br />

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