Officium Veneris - Telecable

19 de Noviembre
❧ Ma d r u g a d a.– Aparece el caos de la mano de Nelia, alta, morena,
ojos azules, madrileña, puta; una perla en sable de caballo
sobre fondo de plata es el triste emblema de su vida. Odiosa
amante–enemiga, nuestra breve historia en común es una serie de
mentiras, extorsiones y grandes polvos. Llevaba dejando mensajes
en mi contestador varios días. Me despierta tocando desaforadamente
el timbre a las tres de la madrugada. Tengo miedo de que
los vecinos sientan el escándalo y le abro. Había bebido. Necesita
dinero, y primero me ofrece un reproductor de discos compactos
portátil, robado con toda seguridad; luego me ofrece sexo. Quiero
saber qué le pasa, y después de mucho sonsacarla, se pone a llorar
y me cuenta extrañas historias de deudas y camellos. No me creo
nada, pero recién despierto, confuso, no sé qué hacer. Me doy
cuenta de que tengo una fuerte taquicardia. Es la vieja sensación:
atrapado por una mujer. Le digo que tengo que madrugar y necesito
dormir, que se marche; se niega obstinadamente. No sé qué
hacer. Se abraza a mí y acabamos en la bañera juntos. En la habitación,
me corro como un colegial en su crica de mandiles morenos
asimétricos. Quedo destrozado y le pido que se marche. Está
cansada y quiere quedarse a dormir un rato. No sé negarme. Al
poco rato ronca, y yo, a su lado, sufro mi taquicardia en silencio.
Pasa una hora, la despierto y le pido que se vaya. Se resiste. Le
digo que me encuentro mal. Por fin se viste y se va. Espío por el
videoportero y me da la impresión de que se ha quedado en el
edificio. Bien, desconectaré el timbre, y si se pone muy pelma
llamaré a la policía. Eso le dije que haría. Después me pongo a
escribir esto, entre la esperanza de que el somnífero me haga
efecto y pueda dormir un rato, y el miedo de estar metido en un
lío. Soy un animal; tengo que tener cuidado con estas relaciones.
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