Officium Veneris - Telecable

Carlos, que cada vez que no consigue que encadene orgasmos
agarra unas depresiones de morirse —eso no lo cuenta en el diario
el muy sinvergüenza—. Resulta, bobos, que mi primer orgasmo,
fijaros bien, “mi primer orgasmo” nada menos, me lo dio una
cuerdota fea de un gimnasio; eso sí, con la complicidad del señor
Newton.
Ahora sé que todas aquellas sensaciones extrañas son solamente
un truco de la naturaleza para que se produzca la reproducción
sexual. Carlos me lo explicaba el otro día. A nosotros pueden
mandárnoslo por decreto–ley o por un mandamiento de la Iglesia,
pero si no existiera ese gusto, los animales normales no se reproducirían.
Vamos, que al final resulta que todas esas cosas que yo
hacía son en realidad muy importantes para la especie. Fíjate tú, y
yo pensando que era simplemente una cochina.
Luego vino la historia del desarrollo, ¡vaya rollo el desarrollo!
Resulta que era importantísimo desarrollarse, y nada más que Pepi
vino toda orgullosa haciendo como que no quería enseñarnos su
paquete de compresas, todas preocupadas por cuándo nos desarrollaríamos,
con el miedo de no desarrollarnos y quedarnos para
siempre como unas cosas esmirriadas que no sirvieran para nada.
A mí empezó a crecerme primero una teta. —“Mamá, ¿hay mujeres
con una sola teta?”. —“Esta cría es boba”. Luego por fin empezó
la otra y alcanzó a la primera. —“Mamá, ¿por qué no me
viene la regla todavía? —“Espera boba, ¿qué prisa tienes?”. También
me habían crecido unos pelos gordos y rizados encima de la
rajita. Por fin me vino la regla y pude llevar por fin mi paquete de
compresas en el bolso. Allí empezó otra historia.
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